En diciembre de
1999 publiqué El
cuplé de la geisa, una novela difícil de clasificar, con mezcla de
géneros, en una sociedad incapaz de entenderse sin etiquetas; aunque las
etiquetas, bien puestas, son necesarias. Publicar un libro en diciembre de 1999 es
condenarlo a la vejez, en unos pocos días. Porque en menos de treinta días cruza
un año y se sitúa en el 2000. Y un año después, en el 2001, ha atravesado un siglo, del XX al XXI. Cronológicamente, en
poco más de 365 días, pasó a ser una novela de un siglo terminado, aunque las diferencias
entre los últimos años del siglo XX y los primeros del siglo XXI son mínimas.
Pero El cuplé
de la geisa mantiene su lozanía, su desparpajo desvergonzado.
En El cuplé de la geisa hay una
historia visible: el protagonista se obsesiona con robar un caballo de carreras
y busca las ayudas de un grupo de hampones para realizar su dislocado plan. Pero bajo esa historia subyacen
otras historias menos truculentas: narran la locura actual de la sociedad
occidental, en tiempos de bonanza capitalista –actualmente sufrimos la vesania
del capitalismo más salvaje y anti-social–. Y esas historias, bien leídas y
analizadas, tienen un trasfondo de gran dureza.
Distintos lectores han querido
etiquetar El
cuplé de la geisa como “novela bárbara” con ribetes grotescos, para
diferenciarla de otros géneros novelescos tradicionales; aunque no deja de ser una
novela off hiperrealista, dentro de lo que sería el hiperrealismo sucio, de perfil
norteamericano. Ocurre que está escrita en clave de humor y el humor genera
despistes, confusiones; mucho más cuando algunos personajes del entramado
recuerdan a los pícaros de la novela picaresca española.
LITERATURA
INDUSTRIAL.- Hace muchos años que la Literatura dejó de
tener una función social, de explicar el mundo y contar la vida, para transformarse
en escrituras banales para el ocio y el entretenimiento. Es la Literatura industrial, impuesta por las grandes y medianas editoriales.
Hay autores que escriben industrialmente para grandes masas. Fabrican
best-sellers para el entretenimiento. Esos autores, fatuos y arrogantes, forman
tribus, viven de subvenciones, se reparten premios literarios, escriben
artículos en periódicos de difusión mundial, asisten a tertulias políticas,
pontifican… son los que figurarán en los manuales de historia de la literatura
de las generaciones futuras. Las obras de esos autores, todos muy conocidos,
forman parte de una “literatura” hueca, vacía, sin garra, hecha con una técnica
narrativa formal. Los dueños de las grandes editoriales comerciales, que sólo
buscan beneficios económicos, excluyen de forma sistemática a cualquier autor y
literatura que no forme parte de ese concepto industrial que únicamente busca
dinero. Y las editoriales medias están en manos de comerciantes poco
despiertos, que no distinguen entre libros y alcachofas. Toda novela fuera de esos ámbitos comerciales, es novela off. Normalmente su calidad está muy por encima de esas medianías comerciales.
UNA NOVELA OFF.-
La novela de Pablo Torres, firmada con el freudónimo de Gabriel Argumánez, no ha
encajado nunca en esa literatura artificiosa, aunque tendría y tiene salida comercial.
La edición de bibliofilia que editó Noticias Bibliográficas en diciembre de
1999, no tardó en venderse; aunque tuvo que buscar sus lectores, excelente
lectores, fuera de ese mercado comercial tan grande y poderoso como estéril.
Si la función social de la literatura es contar la vida, para cambiar el
mundo, en El
cuplé de la geisa se narra la vida, dentro de su tiempo: refleja una sociedad
en un momento preciso, en una ciudad concreta. Madrid es el escenario principal
–no es el único– donde se mueven los personajes. Todos juntos forman una gran
orquesta desafinada, en la que cada uno toca su partitura a su aire, sin oír a
los demás, sin hacer caso a esa batuta invisible que debiera armonizar todas
las músicas. El resultado es un gran concierto desafinado, estridente,
divertido, absurdo…
En El cuplé de la geisa hay personajes
calcados de la vida real. En uno de los capítulos aparece un saxofonista
blanco, copia de un saxofonista negro que deleitaba a los transeúntes con su
música en la zona de Callao, de Madrid (España). Era Maliq Yaqub o Marc Spears,
natural de Kansas City (USA), fallecido en octubre del 2012. Pablo Torres autor quiso fotografiarle en más de
una ocasión, o fotografiarse a su lado, imitando al personaje central de su novela; aunque se dejó invadir por la pereza o la timidez: semana tras semana retrasaba
la tarea para mejor ocasión… hasta que el bueno de Maliq murió. De poco le
vale lamentarse.
El cuplé de la geisa es una novela
actual, particularmente buena, que narra la locura de nuestros días y nuestras
noches; muy buscada por lectores, coleccionistas y bibliófilos. Los lectores la
buscan por su fuerza narrativa –además, la edición está agotada–, por su
divertida historia que ofrece otras historias ocultas; los
bibliófilos la rastrean para "cazarla", porque pueden tener un ejemplar de una edición que se
limitó a 201 ejemplares numerados y firmados por el autor. Tampoco hay que
olvidar que la novela está ilustrada por Jorge Perellón, pintor y grabador excepcional…
NOTA.- Tras
el cierre de la revista Noticias Bibliográficas, localicé unos pocos ejemplares
en rama de El
cuplé de la geisa. He encuadernado, a mi manera, tres ejemplares. Si
algún lector está interesado en la novela, que me deje algún mensaje en el
correo. El precio no será excesivo. Palabra.
Pablo Torres.
Madrid, 7 de
diciembre 2012.
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