domingo, 25 de enero de 2015

MIGUELETES DE AÑIL Y CAL (8)



8.- DICTADURA GENOCIDA [1939-1975]

Después de tres años de sangrientas confrontaciones, con cientos de miles de víctimas en ambos bandos, España era un país arrasado: se calcula que durante la guerra civil murieron cerca de 750.000 personas. La Agricultura y la Industria desaparecieron: millones de personas fueron víctimas del hambre y cientos de miles de republicanos se vieron obligados a cruzar la frontera con Francia por los Pirineos. Algunos miles pudieron exiliarse a México, gracias a las ayudas puestas en marcha por el presidente Lázaro Cárdenas, y a otros países hispanoamericanos. La mayoría de los republicanos se quedaron en España: sufrieron una represión genocida, sin parangón en toda la historia de España, prolongación de aquella primera represión genocida de 1936 que tuvo sus máximos en las matanzas de Granada o Badajoz.

REPRESIÓN EN MIGUEL ESTEBAN.- En el primer franquismo más genocida, de la inmediata postguerra, el primer alcalde franquista de Miguel Esteban, designado a dedo, será Isidro Yébenes Lara (1939). Ese mismo año le sustituirá su hermano, Antonio Yébenes Lara. En 1940 el alcalde será Miguel Martínez Lara y en 1942 el alcalde será otro destacado miembro de la familia Yébenes: Amadeo Yébenes Muñoz, antiguo militante del derechista partido de Acción Popular, de Gil-Robles y del sacerdote católico Herrera Oria (nombrado después cardenal). Protagonizó un sonoro incidente de notable repercusión: cuando la mayoría del pueblo pasaba hambre –no todos pasaron hambre–, uno de sus depósitos de aceite se rompió e inundó la entrada de su casa.

LA CASA DE “COLORÍN”.- En Miguel Esteban se desató la locura: oscuros personajes cometieron crímenes atroces. El gran monumento local a la brutalidad genocida fue la casa de Juan Lara, “Colorín”, tenebroso personaje de la derecha más criminal. La casa, auténtico centro de torturas, se localizaba en la calle de Santa Ana (calle Real). En ese edificio, los franquistas exhibieron toda su violencia genocida: un grupo de monstruos, con nombres y apellidos, oportunistas de camisa azul (Falange Española), apaleaban diariamente a todos los presos. Cuando sus familiares les llevaban la comida que podían, los que desempeñaban voluntariamente funciones de carceleros, o la tiraban al corral o se la comían.
 En la calle Real estaba la casa de Juan Lara, "Colorín".
Fue un centro de torturas. Hubo algún asesinato. El edificio se echó abajo.
Era todo un símbolo del terror franquista.

            Uno de los presos, Florencio Rodríguez Cañizares, escribió en un pequeño papel los nombres de los torturadores habituales y se lo entregó a su hija Benilde (1), en una visita que le hizo para llevarle comida. En ese papel Florencio escribió de puño y letra:
“Severo, el marido de la Engracia; Julio Gadea, Amadeo Yébenes, Vicente Yébenes, Antonio Yébenes, Manuel Yébenes, Aurelio Villarrubia, Jesús Ramírez, Martín Pepino, Fabián Carreras y un hijo de la Bernabea (2), el pequeño y “el mueso”, que está casado con la de Chicha”.
Genaro Torres Araque, alcalde socialista de Miguel Esteban, no quiso marcharse de su pueblo. Manifestó que no había cometido ningún delito y que no existían razones para huir. Tras permanecer unos días escondido en algún casón de campo, en las inmediaciones de su pueblo, se entregó: fue encarcelado. Diariamente recibía brutales palizas, como otros muchos presos.

HORROROSO TRATO A LAS MUJERES.- Insultadas y amenazadas, las migueletas sufrieron la peor violencia franquista. Fueron encerradas en la parte más alta de la casa de Juan Lara “Colorín” y recibieron un trato humillante por el único hecho de ser familiares de republicanos. Los valientes hombres de las derechas migueletas, achantados y miedosos durante la guerra, en la post-guerra, protegidos por la Guardia Civil, se ensañaron: los “Jarritas” les cortaron el pelo al cero, dejándolas un mechón de pelo donde les ponían un lazo rojo; y no desaprovecharon la ocasión para abusar sexualmente de las detenidas, incluso con violaciones. El caso más pavoroso lo sufrió Antonia Felipe: la pasearon desnuda, con cencerros colgados al cuello, por el pueblo. Luego la tuvieron bastantes horas al sol, rebozada en miel. Algunos testimonios son pavorosos:
“En un salón tuvieron a mi tía Efigenia: la pelaron, la quitaron el pelo. Fueron “Los Jarrita”. También las maltrataron y las violaron. La violó Isidro Yébenes, el del tío Antonio “El Carnicero”, que era abogado en Ocaña, que ya se ha muerto. Lo hicieron por rabia. Tenían mucha rabia y fueron a la casa de mi abuela: le quitaron todo, la echaron a la calle…" (3).

LOS FUSILAMIENTOS DE QUINTANAR.- En mayo de 1939 trasladaron a todos los presos republicanos, más de cincuenta, a Quintanar. Los llevaron andando, en una columna de a dos, atados con cuerdas a la altura de los codos. Muchos vecinos escondidos tras las ventanas o puertas entornadas, contemplaron aquel horror. A la entrada del pueblo fueron subidos a camiones y trasladados hasta las dos cárceles habilitadas en Quintanar: una, en la Plaza de los Carros; la otra, en la iglesia. Debían esperar juicio militar o fusilamiento sin juicio. Nunca recibieron alimentación: comían lo que les llevaban sus familias. Carecían de atención sanitaria.
Quintanar de la Orden se convirtió, en el centro de mayor represión política de la comarca. Se celebraban juicios militares sumarísimos, sin las menores garantías para los procesados, a los que se les acusaba sin pruebas de hechos, reales o ficticios. Daba igual: se practicaba el más puro terror. Había sacas de presos para ser fusilados al amanecer, sin que hubieran sido juzgados. Entre la primavera y el otoño de 1939 fusilaron a más de 200 republicanos. Entre los fusilados, 18 vecinos de Miguel Esteban:

Egido Checa, Zoilo (concejal del Ayuntamiento)                       24 de junio de 1939.
Felipe Navarro, Bernabé                                                                 20 de junio de 1939.
Flores Villalba, Raimundo                                                              21 de junio de 1939.
Giménez Araque, José                                                                    21 de junio de 1939.
Lara Martínez, José María                                                                20 de junio de 1939.
Lara Rodrigo, Antonio                                                                      13 de noviembre de 1939.
Medina Heras, Eusebio (alcalde republicano)                           21 de junio de 1939.
Muñoz Corrales, Prisco                                                                   13 de noviembre de 1939.
Ochoa Egido, Elías (policía municipal)                                        21 de junio de 1939.
Ochoa Egido, Gregorio                                                                    21 de junio de 1939.
Ortega Olmo, Marcelino                                                                  21 de junio de 1939.
Patiño Almenara, Francisco                                                            13 de noviembre de 1939.
Puente Caravaca, Alejandro                                                          21 de junio de 1939.
Rodríguez Cañizares, Florencio                                                    13 de noviembre de 1939.
Tirado Checa, Nicasio                                                                     20 de junio de 1939.
Torres Araque, Genaro (alcalde socialista, de IR)                      21 de junio de 1939.
Vico Ruiz, Santiago                                                                          20 de junio de 1939.
Zarza Navarro, Cirilo                                                                        20 de junio de 1939.

            Los franquistas, en pleno delirio sangriento, dictaban penas de muerte una tras otra, o fusilaban sin juicios previos, según les llegaban las listas desde los ayuntamientos. Hay ejemplos que demuestran que sus actuaciones sólo obedecían a la venganza y persecución, utilizando como excusa el comunismo.
            A los fusilados en Quintanar de la Orden, en 1939, hay que añadir los fusilados en Ocaña, Madrid (Manuel Muñoz Puente) o Alcázar de San Juan (Anastasio Ramírez Madrid); más otras muertes posteriores producto de las palizas, hambre o enfermedades. Los migueletes que fallecieron en Ocaña son:

                Argumánez Lara, Alejo                                 1941. Fallecido.
– Caravaca Torres, Benigna                           1942. Dejada morir.
– Casas Lara, Efigenia                                    1942. Muerta: raras circunstancias.
– Casas Navarro, Nemesio                            1940. Fallecido.
– Díaz Tirado, Bonifacio                                   1941. Fallecido.
– Rodrigo Argumánez, Pedro                         Fusilado. 13 de enero de 1941.
– Sanabria Ochoa, Juan                                  1941. Fusilado.
– de la Torre Fernández, Rafael                     Fusilado. 16 de agosto, 1940.

La represión se manifestó en brutalidad y torturas, continuando unas actuaciones monstruosas iniciadas en la inmediata postguerra. Las palizas a todo sospechoso de rojo, estaban a la orden del día; obligaban a cualquier persona, en plena calle, en cualquier momento, a “levantar el brazo”, hacer el saludo fascista, obligaban a besar el anillo de los curas, en señal de sumisión al totalitarismo católico-franquista… Todas estas actuaciones, y otras muchas, estaban apoyadas por los mandos locales, de Falange Española; y el gozoso, privilegiado clero católico.
Los familiares de los más de 200 fusilados-asesinados en Quintanar de la Orden,
una vez recuperada la democracia, compraron las fosas donde malenterraron
a sus padres, hermanos, tíos, sobrinos, primos... y las adecentaron. Hoy
son un lugar de culto, donde se recuerda a los que lucharon por la libertad y la democracia

            La brutalidad llegó, en algunos casos, a límites insospechados. Manuel Ortega narra la forma en que varios fascistas de Miguel Esteban torturaron a dos campesinos de Quero:
“Traían a dos (4), atados de un carro, y dándoles palos, desde Quero hasta aquí, al pueblo. Uno que le decían de la tía Bernavela, uno que se llamaba Francisco, que ha sido guarda muchos años, que lo metieron ahí, que estaba con los ricos. Los otros dos era uno que le llamaban “Gadea”, ese vive; y “Churrusca”... Venían subidos en un carrete, en una tartana, con una mula. Y el otro tonto, que era un hijoputa, venía dándoles palos”.


ASESINATOS POLÍTICOS EN MIGUEL ESTEBAN.- Los victoriosos franquistas iniciaron de inmediato la represión. Un conjunto de asesinatos repugnan por su propia naturaleza... Abel Rodrigo y sus hijos Fidel y Miguel fueron asesinados y arrojados al pozo del Tío Miguelillo. En la misma cuerda, estaba Paulino Argumánez (5). También fue asesinado Ramón Ochoa, víctima de una brutal paliza en la casa de Juan Lara “Colorín”: los verdugos ese día estaban muy fuertes y pegaron sin controlarse. Y hubo un sexto asesinato todavía más brutal: Eusebio Patiño Férreo, “El Raco”, que fuera segundo alcalde democrático de izquierdas de Miguel Esteban por el PSOE. Vivía escondido en su casa, fue descubierto en 1941, detenido y trasladado al Ayuntamiento, donde murió tres días después de recibir brutales torturas y posiblemente un disparo. Durante los tres días en los que fue torturado, un grupo de franquistas asalto su domicilio con picos y palas: destrozaron la casa en busca de un tesoro inexistente. El cuerpo de Eusebio Patiño fue trasladado al cementerio, sobre una carretilla, por el Tío Cascabeles. Fue enterrado en cualquier lugar, en una fosa donde posiblemente también enterraron a otras víctimas de su vesania. Desgraciadamente en el cementerio municipal de Miguel Esteban no hay un sólo memorial que recuerde a los republicanos que fueron asesinados por defender la libertad y la democracia.


EL AUXILIO SOCIAL.- Tras la guerra civil, los franquistas simularon ejercer la caridad hacia los necesitados, despojados de sus propiedades. Crearon el Auxilio Social: querían lavar su mala conciencia dando de comer a los hijos de los “rojos”. Pero el Auxilio Social significó para muchos niños, familiares de republicanos, otra forma de tortura. El testimonio de Carmen Torres sobre el Auxilio Social es el siguiente:
Iban los chicos a comer. Yo no fui nunca. Anda digo, iros a la puta mierda, aunque esté sin comer no quiero ir. Y el tío Vicente fue y le pegó el cura. Don Martín (6) era muy pegón. Y a todos los chicos los calentaba...”.

LEYES RETROACTIVAS.- Los victoriosos franquistas dictaron un conjunto de leyes represivas, complementarias de un Decreto de 1936, tendentes al expolio y saqueo organizado de los bienes de organizaciones políticas o sindicales y personas; tendentes a la rapiña, con la excusa de la política. Eran leyes de Responsabilidades Políticas para sancionar a los partidos del Frente Popular y quedarse con sus bienes por incautación. En la Ley del 9 de febrero de 1939, de la Jefatura del Estado, se dice sin tapujos en su artículo primero
“Se declara la responsabilidad política de las personas, tanto jurídicas como físicas, que desde el 1º de octubre de 1934 y antes del 18 de julio de 1936, contribuyeron a crear o agravar la subversión de todo orden de que se hizo víctima a España y de aquellas otras que, a partir de la segunda de dichas fechas, se hayan opuesto o se opongan al Movimiento Nacional con actos concretos o con pasividad grave”.
            El expolio organizado, botín de guerra, la rapiña para quitarles bienes y propiedades a los llamados rojos, se practicó de forma muy poco sutil en Miguel Esteban y benefició únicamente a unas pocas familias. Del local y bienes muebles e inmuebles de la Casa del Pueblo y de las sociedades obreras (El Porvenir y El Progreso), nunca más se supo: tampoco se volvió a saber nada de los “depósitos marxistas” incautados en 1939, abarrotados de vino (cosechas de 1937 y 1938), aceite, patatas, esparto… Muchas familias de “afectos al nuevo régimen” se enriquecieron de la noche a la mañana; muchas familias republicanas, condenadas a la miseria, sin medios económicos de subsistencia, se vieron obligadas a malvender sus pocas posesiones.

LA GRAN HAMBRUNA.- Entre 1945 y 1951 España vivirá y sufrirá uno de sus periodos más dramáticos, una hambruna sin precedentes: Franco tenía que pagar la deuda contraída, más los intereses, a los que le habían financiado la guerra. La escasez de productos era total, especialmente a partir de 1945 (cuando finaliza la II Guerra Mundial y se derrota al nazismo y al fascismo, principales aliados de Franco), año en el que se registra una tremenda sequía que afectará a la producción agraria: marcará una etapa de hambre generalizada en todo el país.
Las cartillas de racionamiento, creadas en 1939, siguen en uso en sus tres categorías: la mayor parte de la población carecía de los más elementales víveres para la supervivencia. El racionamiento originó el estraperlo: unos cuantos individuos, afectos al régimen, amasaron grandes fortunas a costa del hambre general de la población. Aquellas palabras del caudillo Ni un hogar sin lumbre, ni un español sin pan han quedado como otra de las grandes mentiras de un régimen brutal y autocrático que, a través de la propaganda y la censura (7) (convertida en arte) y de un férreo control de la Prensa, engañaba sistemáticamente al pueblo, obligado a sufrir toda suerte de calamidades.
            En 1939, meses después de imponer la Cartilla de Racionamiento, un kilo de auténtico café costaba la friolera de 15,50 pesetas. Salvo unos pocos (militares de alto grado, alcaldes, sacerdotes católicos, jueces, notarios, altos cargos de la administración, jerarcas de Falange…), la mayoría de la población se tuvo que conformar con pócimas vomitivas. Los productos más típicos de aquellos años fueron la achicoria y la malta.
            En 1941 se racionó el pan: 80 gramos por persona y día. En abril la cosa fue a mayores: se prohibió que restaurantes, tabernas y cafés hicieran ostentación en escaparates de artículos alimenticios. En julio de ese mismo año se prohibió a los restaurantes servir comida a la carta. Fue un año que jamás olvidaron miles de españoles por el hambre que les hizo pasar Franco y los franquistas. Los productos alimenticios que podían adquirirse a través de las Cartillas de Racionamiento no siempre estaban en las tiendas. Y la ración era tan pequeña que eran muy pocos los que podían dar de comer dignamente a su familia. Los más afortunados acudían a los estraperlistas, los más desafortunados soportaban el hambre como podían.
            La vigilada vida cotidiana en Miguel Esteban se desarrollaba entre el hambre, la miseria y la brutal represión social, económica, cultural y política. La hambruna de 1945 a 1950 se manifestó para todos: sólo unos pocos, los de siempre, tenían sus estómagos llenos. Uno de los personajes migueletes más castigados por la derecha, era conocido como El Negro: no se resignaba a pasar tanta hambre. Una y otra vez era detenido, una y otra vez era apaleado. No podían con él. Uno de los castigos al que le sometían era de caminar de rodillas sobre garbanzos esparcidos por el suelo. Manuel Ortega recordaba así el hambre de aquellos años:
“Fue en el 45 cuando comenzó el hambre, mucha hambre ¡hostias! Hasta el 50. Muchas semanas sin verlo (el pan). Había quien comía, pero sólo algunos. Hubo unos años muy malos, muy malos. Lo que pasa es que aquí, en el pueblo, había patatas, que empezaron a sembrar y eso... pero pan, se pasaba semanas sin verlo. Del maíz, que parecía una cagá de vaca, más colorao, que no era pan de maíz: era hoja de maíz, que no era lo mismo. El maíz es muy blanquito. Se hacía en los braseros... ¡Uy... estaba muy rico! Pero había mucha hambre”.

ATAÚLFO Y DON CAÍN.- La iglesia católica gozó durante el franquismo de un inmenso poder, de  toda suerte de privilegios por sus actos contra la República y por su colaboración con la dictadura. La palabra de un cura tenía todo el valor, frente a cualquiera en cualquier situación. Los sacerdotes católicos estaban fuera del control social: eran los encargados del control social de la población. Y los sacerdotes fueron protagonistas de muchos episodios, conocidos por todos, que jamás ocurrieron. Un caso perfectamente conocido es el don Caín, cura párroco; y Ataúlfo, monaguillo pío y candoroso.
Don Caín fue autor de toda suerte de tropelías y actos repugnantes: cura párroco, borracho, pegón de niños, putañero, fascista, cobarde… respondía al típico perfil de todos esos individuos que alimentaban las filas de Falange Española, alimañas fanatizadas dispuestas al crimen con la menor excusa. Los testimonios sobre don Caín se acumulan.
En un documento (8) de la Iglesia católica, firmado por el Papa Juan XXIII, se daban instrucciones y se amenazaba con la excomunión a los que hablaran sobre los abusos sexuales cometidos por los sacerdotes. En el documento de 1962 se reclamaba estricto secreto. El documento señalaba que la instrucción de los casos debía “ser diligentemente almacenada en los archivos secretos de la Curia como estrictamente confidencial. No puede ser publicada ni pueden añadirse comentarios”. La divulgación conllevaba la excomunión. El documento de 1962 demuestra que los abusos no son un fenómeno moderno o reciente (9).
Don Caín en la postguerra, negra sotana hasta los tobillos, protegido por falangistas y Guardia Civil, se movía a sus anchas, emborrachándose y pegando a los hijos de los rojos, fornicando húmedo con cuantas devotas católicas de confesionario se prestaban a sus entretenimientos sexuales… Las andanzas de don Caín se hicieron celebres por sus hazañas sexuales de confesionario. Sin embargo, nadie se atrevía a comentarlo en público. En la España oficial de Franco nunca ocurrían tales hechos, conocidos por todos: todo era paz, sobre todo en los cementerios.
            Ataúlfo, adolescente de alma cándida, creyente y devoto, hijo de uno de los jerarcas de Falange, vivía con pasión su trabajo de monaguillo, ayudando a don Martín en los oficios religiosos. Quiso la suerte, su mala suerte, que una mañana, fuera a la iglesia para prepararse para la misa: en la sacristía sorprendió a don Caín, en pleno envite sexual, sobre una devota y ajamonada feligresa, jadeando de placer. Ataúlfo enmudeció, mutándose en estatua petrificada. Don Caín reaccionó,  enrojecido de iracundia, con  extrema virulencia. Ataúlfo recibió aquella mañana la paliza de su vida. Y sería ferozmente amenazado si se atrevía a contar algo de lo visto.
            La devoción y religiosidad del pío Ataúlfo se fueron a pique aquella mañana: dejó de inmediato de ir a la iglesia, de ayudar como monaguillo. Se mostraba reservado y esquivo, traumatizado, sin querer comunicarse. Su padre, intuyendo que algo le ocurría a su hijo, le interrogó y presionó: asustado y agobiado, le contaría la tremenda paliza recibida a manos de don Caín.
            El padre de Ataúlfo ideó un plan para dar la merecida respuesta a don Caín. Aprovechó alguna fiesta política e invitó a don Caín a su finca, próxima al pueblo, donde le obsequiaría con generosas viandas y recio vino manchego. Don Caín, cura bebedor, putañero y pegón, estaba en su mejor salsa: comía y bebía, despotricando contra los rojos, que no merecían ni vivir. Llegó a la borrachera. Y en plena celebración, el padre de Ataúlfo ordenó a uno de sus gañanes que tirara a don Caín a la balsa de riego.
No gustó al sacerdote aquella broma, ni la relacionó con su brutal agresión a Ataúlfo. Intervino el padre de la víctima, alto y fornido: levantó con sus brazos a don Caín con la intención de tirarle de cabeza al pozo. Distintas voces le convencieron para que no lo hiciera: lo arrojó contra el suelo, advirtiéndole que nunca más se acercara a su hijo. Sin pensarlo dos segundos, recuperado de inmediato de la borrachera, don Caín salió por piernas, a plena carrera campo a través, hasta alcanzar su parroquia: allí se encerró, presa del pánico. Fue el punto final a sus correrías sexuales, a sus excesos sádicos. Don Caín, el cura bebedor, putañero y pegón, fue trasladado a otra parroquia, lejos del pueblo donde tanto disfrutaba pegando a los hijos de los rojos y fornicando con algunas feligresas muy beatas.
Aunque son muchos los que recrean la historia, real y verídica como la vida misma, añadiendo detalles a gusto y discreción, oficialmente nunca ocurrió nada de lo narrado (10).

REPRESIÓN LABORAL.- Miguel Esteban, como otros muchos pueblos manchegos, tenía mucho que fotografiar: arquitectura popular, especialmente los casones solariegos con sus enormes corrales (patios) empedrados, que servían de almacén de utensilios de labranza, y para cobijar a las mulas en las cuadras; calles encaladas, en sus trazados urbanos, muy sencillos; rincones típicos, en los lugares más insospechados; gentes, en diario quehacer (pastores, labriegos, zapateros, señoritos entrando en el Casino…) o engalanados de fiestas... Teófilo no pudo fotografiar todas estas facetas de Miguel Esteban porque no se lo permitieron: hubiera resultado muy sospechoso que un rojo retratara al alcalde, cura y guardia civil, en las procesiones de Semana Santa, o fiestas locales, por poner dos ejemplos. Hubieran sido testimonios gráficos de personas muy significadas con nombres y apellidos, en un tiempo muy preciso del Movimiento Nacional. El Franquismo sólo quería propaganda… y controlada.
            En 1944 el régimen franquista determinó por Ley la obligatoriedad del documento nacional de identidad (DNI) para sustituir a otras tarjetas o cédulas de identificación. Teófilo, cuando llegó la obligatoriedad a Miguel Esteban, con su cámara, en 1949, empezó a hacer fotos en la Plaza del Ayuntamiento. No habría hecho ni cinco retratos, cuando se presentó una pareja de la Guardia civil –fue denunciado por los miserables de siempre– y le prohibieron hacer más fotografías: no estaban dispuestos a tolerar que un rojo trabajara.
            Hay un valioso documento de 1959: demuestra hasta qué punto los franquistas utilizaban todos sus resortes para hacer la vida imposible a los demócratas. Teófilo Torres solicitó un permiso para trabajar de fotógrafo ambulante: se lo negaron por tener antecedentes político-penales. Reproduzco literalmente el oficio, expedido por el gobierno civil de Toledo:

            “En relación con la instancia que tiene presentada en este Centro, solicitando permiso para el ejercicio de fotógrafo ambulante en esta Provincia, participo a V. Que la Dirección General de Seguridad, en escrito nº 1920, de fecha 6 de los corrientes, me comunica no procede la concesión de dicho permiso, a la vista de los antecedentes desfavorables que existen en el Archivo central de la referida Dependencia.
            Dios guarde a V. Muchos años.
            Toledo, 9 de junio de 1.959.
            EL GOBERNADOR CIVIL
Sr. D. Teófilo Torres Ramos. MIGUEL ESTEBAN”
           
        El documento demuestra que el Franquismo, veinte años después de acabada la guerra civil, insistía en la represión laboral contra todo sospechoso para el régimen. La dictadura de Franco nunca buscó la reconciliación entre los españoles. Las pruebas son abrumadoras.

EL “MILAGRO ECONÓMICO”.- A partir de 1951, aunque persiste la represión política y la persecución de presuntos comunistas, las palizas y las torturas ya no son algo habitual en la vida cotidiana de los pueblos de España. El país alcanza, por vez primera desde que acabó la guerra civil, los niveles de producción económica existentes en la pre-guerra. El Congreso de los Estados Unidos concede a la dictadura de Franco un crédito de cien millones de dólares. Las cartillas de racionamiento desaparecen en marzo de 1952. La España rural permanece hundida en la miseria: miles de españoles emigrarán por necesidad bien a las grandes ciudades, bien a Francia, Alemania y Suiza, en busca de un futuro que su país les negaba.
            La recuperación económica del país, durante la larguísima dictadura de Franco, se inició avanzada la década de los 60, cuando los gobernantes deciden abandonar sus estructuras agrarias, caducas y obsoletas, para reconvertir el país en industrial y, especialmente, de servicios. Son años en los que se van a producir dos fenómenos decisivos, importantes para la economía: la emigración y el turismo. No hubo, en ningún momento, eso que la propaganda franquista llamó “milagro económico”.
            La emigración provocará que muchos pueblos de España perdieran población, perdieran riqueza, iniciando un imparable declive: cientos de miles de españoles marcharán a los cinturones industriales de las periferias de Madrid, Barcelona, Bilbao; cientos de miles de españoles marcharán a Europa, a Francia, Alemania o Suiza… Desde esos países, donde hubo hasta dos millones y medio de españoles, remitían fuertes remesas de dinero en divisas, para sus familias, básicas para el desarrollo económico de España.
            El turismo incipiente, de los Años 60, pondrá las bases para crear una poderosa industria, para que España tenga una fuente de ingresos en divisas. El turismo, que acabará siendo la primera industria de España, contribuirá a cambios en la retrógrada moral católica: las nórdicas y centro-europeas vendrán a España sin miedos, sin complejos: se pondrán sus mínimos biquinis o directamente lucirán sus pechos al sol. Ayudarán a romper esa moral hipócrita católico-franquista, ayudarán a la modernización de España. Su contribución a la evolución de los usos y costumbres no se les ha agradecido todavía, en su justa medida.

TRIBUNALES DE ORDEN PÚBLICO.- Según la propaganda oficial franquista, España, una democracia “orgánica”, era una balsa de aceite refinado: no había conflictos laborales, ni políticos. Los obreros y los empresarios se abrazaban, festejaban juntos el Primero de Mayo, la Fiesta del Trabajo, con espectáculos musicales en el estadio Bernabeu. Según los medios de propaganda del régimen, nadie se manifestaba contra el régimen… Para validar tanta paz social, tanto abrazo entre empresarios y trabajadores, tanta devoción a la dictadura y a la santa iglesia católica, con más de dos millones de emigrantes en Europa enviando remesas de dinero a sus familias, los franquista decidieron crear, en 1963, tribunales políticos, los famosos Tribunales de Orden Público para ejercer la represión política y sindical. Los jueces de Franco, en medio de tanta paz social, abrieron más de 30.000 causas, hasta el año 1975. Encarcelaron a sindicalistas y políticos de izquierdas, que actuaban fuera del Movimiento Nacional; amedrentaron a obreros y demócratas de cualquier signo que quisieran libertad y democracia… Las libertades no tenían espacio en la dictadura de Franco, una dictadura consentida por las democracias occidentales, para su vergüenza.

NOTAS:
(1) Benilde Rodríguez Casa. Tenía 8 años en 1939. 
(2) los fascistas le recompensaron dándole trabajo como policía rural: se distinguió por su sadismo.
(3) De la entrevista con Benilde Rodríguez Casa (Cuenca, 29 de marzo 2005).
(4) Uno de ellos era Abdón, luego fusilado en Quintanar de la Orden.
(5) Paulino Argumánez fue juzgado por los dos muertes que causó. Los asesinos de Paulino Argumánez jamás fueron juzgados. La dictadura de Franco no juzgaba a sus asesinos.
(6) Martín Garcés Masegosa.
(7)  En Torre del Bierzo (León) el 3 de enero de 1944, en el túnel número 20 de la línea Palencia – La Coruña, el Correo expreso 421, lleno de viajeros, se estrelló contra una locomotora. La información oficial franquista minimizó la catástrofe y con pocos alardes informativos se habló de 74 muertos. Los últimos estudios apuntan a más de medio centenar de víctimas. En la España franquista estaban prohibidas las catástrofes.
(8) Agosto del 2003. Diario El País, lunes 18 de agosto 2003.
(9) Han salido a la luz cientos de casos de sacerdotes católicos, implicados en abusos sexuales a niños menores, en países de Europa y América. La iglesia católica da miedo. Mantiene desde siempre una actitud de oscurantismo sobre estos casos, protegiendo siempre a los pederastas, despreciando a las víctimas.
(10) El lunes 18 de agosto del 2003, el diario El País ofrecía una información en la página de Sociedad, en la que daba cuenta de la Orden del Vaticano a los obispos, en 1962, para que se ocultaran los abusos sexuales. El documento, firmado por el Papa Juan XXIII, amenazaba con excomulgar a quien hablara del tema. La iglesia Católica no ha tenido más remedio que aceptar la autenticidad del documento, pero ha negado que se planificara el encubrimiento. Como para creerles, con su historia tan criminal e indecente.