En tiempos de literatura industrial, con los mostradores de los grandes almacenes llenos de extraños títulos, el azar ha querido darme el acceso a una pequeña gran obra de cuentos: "El agrio olor de la cerveza tostada y otros cuentos", de Francisco Minaya, periodista, editado en el año 2002. La obra es una pequeña joya bibliográfica, en edición más que limitada: unos pocos ejemplares para disfrute de amigos... y que nadie me pregunte qué motivos me llevan a reseñar una obra de tan poca tirada: en estos días han entrevistado a un escritor que anuncian como el que más vende. ¿Pretenden que el autor que más libros vende es el mejor, el que más calidad ofrece? Han pervertido hasta la Literatura, de ahí que sea necesario buscar obras de autores poco o nada conocidos para disfrutar de la lectura. Y es preferible ocuparse de autores que no venden o venden poco, que tienen mucho que ofrecer. En tiempos de Valle-Inclán, ¿recuerda alguien quién era el autor que más libros vendía? ¿Le suena a alguien el nombre de Emilio Carrere?
El primer cuento, que da título al libro, se centra en una discusión absurda... aunque todas las discusiones son absurdas. Pero lo fundamental es la cerveza, esa bebida mágica citada por el cantante Rod Stewart en una entrevista. Nos dijo abiertamente que le gustaba el fútbol, la cerveza y las mujeres... creo que por ese orden. Y si lo dijo Rod Stewart, que cantó la inolvidable "¿Crees que soy sexy?", no seré yo quien le desdiga. La cerveza devolvió la serenidad a los amigos que se enzarzaron en un debate con poco sentido.
El segundo cuento, "El pelón", podría considerarse como una alegoría de la inocencia, a partir de una confusión reflejada en la prensa como el ataque de un oso a... no me puedo permitir destripar la historia, pero es de las que produce mucha risa, como ese hongo alucinógeno que provoca carcajadas incontroladas, sin motivo alguno.
El tercer cuento, "Sin desperdicio", nos traslada a un vertedero, donde hay una búsqueda de una Mariquita Pérez. Tampoco se debe ir más allá: mejor que el lector interesado busque al autor y consiga un ejemplar, aunque sea fotocopiado por el propio autor en un acto de auto-piratería.
Cierra el libro la narración "El trono de oro", donde Francisco Minaya, periodista de "Sucesos" deja una crónica detallada, con bastantes dosis de humor negro, de lo que le puede suceder a cualquiera en un día de esos, en los que es mejor quedarse en casa y no salir. Y hasta aquí puedo contar, para no incurrir en eso que ahora llaman un "spoiler"... o decir eso de "el asesino es el mayordomo".
Tras el primer cuento, pensé que estaba ante un conjunto de cuentos con historias imposibles. Pero no. De imposibles, nada. Las historias pueden ser o son reales, por absurdas que parezcan: la realidad supera con mucho a la ficción. Y de ahí la reseña de una pequeña obra, bien escrita, difícil de conseguir, sin pretensiones, con alguna errata (como debe ser). Y si alguien quiere un ejemplar, trasladaré la petición al autor. Sentirse leído es como sentirse amado... o eso creo.
Pablo Torres
Madrid, lunes 28 de noviembre 2016
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