lunes, 23 de noviembre de 2015

EL ROBO Y COMERCIO DE BEBÉS, LA ÚLTIMA ABERRACIÓN DEL FRANQUISMO

Familias afectadas por el robo de bebés buscan a sus hijos. Imagen: protesta ante la
que fue residencia de sor María Florencia, imputada por el robo de recién nacidos.

El franquismo fue el más negro y sanguinario periodo de la historia de España. Y dentro del franquismo, el robo y comerciode bebés, son páginas y páginas de horror y maldad escritas por seres aberrados y fanáticos, delirantes, que en algún momento creyeron disculparse cuando filtraron frases del tipo: “querían lo mejor para los niños”.


La historia se remonta a mediados de los años 50, del siglo XX. Unos pocos años antes, el coronel franquista Vallejo-Nájera, un oportunista, un caradura sin escrúpulos, pretendía colar que los “rojos”, los demócratas que habían luchado en la guerra civil defendiendo la libertad y la democracia, eran seres mentalmente inferiores. Y se propuso, durante la guerra civil, “reeducar” a esos rojos: les obligaba a ir a misa y a confesar y comulgar, a desfilar… no obtuvo resultado alguno. No podía obtener resultado alguno: todas sus premisas se basaban en falsedades y tonterías. El coronel Vallejo-Nájera era un mediocre, un tipejo de gran pobreza mental: su ascenso y reconocimiento se debió a su posicionamiento a favor de una dictadura de sanguinarios criminales.
                Este enloquecido coronel Vallejo-Nájera –comparable al otro monstruo aleman, el doctor Mengele–, que vivió muy bien en la dictadura del sanguinario Franco, también hizo estragos con presas malagueñas (durante la guerra civil y primer y más criminal franquismo), a las que quitó a sus hijos para educarlos con “familias de orden y de bien”, familias de derechas sin hijos. Ese acto de “re-educación” echaba por tierra todas sus delirantes teorías sobre el “gen rojo”, propio de demócratas. Y reconocía, sin admitirlo, que los valores sociales y culturales dependen de una buena educación (hay que excluir la educación religiosa por sectaria: busca crear fanáticos obedientes a un inexistente dios).
 Llevan años pidiendo justicia. ¿por qué se la niegan?
El robo de niños, desde esa mitad de los años 50, del siglo XX, fue una práctica habitual; aunque quizá de alcance reducido. Pero sorprendentemente el robo de bebés se incrementa en la llamada Transición (1975-1982), tras la muerte de Franco, un genocida que se mantuvo en el poder con el consentimiento de los Estados Unidos: las bases militares de EEUU fueron el seguro de la dictadura, mientras las potencias occidentales miraban para otro lado.
En 1981 el tráfico de bebés robados era de tal dimensión, que intervino la Policía para frenar aquella monstruosidad. El doctor Eduardo Vela fue interrogado por la Policía, que no hizo un buen trabajo. Este ginecólogo manifestó a la Policía que tenía un “libro” con los nombres de las madres que, según él, daban en adopción a sus hijos. La Policía no exigió ver ese libro, ni lo intervino (si es que ese libro existió alguna vez). Lo más que hizo la justicia fue cerrar la clínica donde trabajaba este ginecólogo.

LA REPENTINA MUERTE DE SOR MARÍA FLORENCIA 
Cuando empezaron a denunciarse masivamente el robo de recién nacidos, en los últimos años del siglo XX, un nombre destacó sobre otros muchos: sor María Florencia, Hija de la Caridad de san Vicente Paúl. Y ligado a su nombre, en otros casos, el del doctor Eduardo Vela.
El 24 de enero del 2013, la Hijas de la Caridad de san Vicente Paúl anunciaban el fallecimiento de María Florencia Gómez Valbuena, sor María Florencia, de 87 años, imputada en dos casos de robo de bebés con pruebas sólidas. La monjas dijeron que había muerto dos días antes. El anuncio llegó con la monja enterrada. Sor María Florencia era una pieza clave en la trama del tráfico y robos de bebés en hospitales públicos y clínicas de toda España.
La implicación de sor María Florencia se conoció a raíz de los casos de María Luisa Torres, que la acusó de quitarle a su hija en 1982, en la Clínica de Santa Cristina; y de Purificación Betegón, por la desaparición de dos mellizas, en ese mismo centro médico en 1981.

El nombre de sor María Florencia se repite en otros muchos casos, entre las mujeres que están convencida de que sus bebés no murieron, si no que fueron robados para venderlos a familias con grandes medios económicos.
El certificado de defunción de sor María Florencia fue firmado por el doctor Enrique Berrocal Valencia, médico que pasa consulta en el Hospital central de la Cruz Roja de Madrid. Todos los certificados de defunción llevan un número de parte para acreditar su registro. En este caso era el 11626457. Ese número debe coincidir con el certificado literal que después se entrega en el registro Civil. En el caso de sor María Florencia no coincide: 11627633. ¿Error o falsificación? Si hubo error, al parecer no se ha corregido. Y las sospechas aumentan. ¿Por qué sor María Florencia fue enterrada en secreto?
El 14 de mayo de 1984 nació el hijo de esta afectada. El muchacho
tiene actualmente 31 años y no conoce a su madre biológica que lleva años buscándole.


Este posible error no subsanado ha levantado fuertes sospechas. Son muchos los casos de bebés robados, en los que se han falsificado los registros, sin indicar los datos reales de la madre y padre de los recién nacidos.

 PUERTA DEL SOL
En la Puerta del Sol de Madrid, el primer domingo de cada mes, se reunen famlias afectadas por el robo de bebés. No quieren que sus casos se olviden. Y allí reparten octavillas y explican sus casos. Son familias normales, con hijos. Esos padres y esos hijos quieren recuperar a sus hijos, a sus hermanos/as. Tienen derecho. No vendieron a sus hijos: les fueronn robados por unas grupos delictivos que traficaban con recién nacidos.

PROTESTA ANTE UNA DE LAS PROPIEDADES DE LAS HIJAS DE LA CARIDAD
El sábado 21 de noviembre del 2015, los padres afectados por el robo de bebés llevaron su protesta ante una de las residencias de las Hijas de la Caridad, la situada en la calle del general Martínez Campos nº 18, de Madrid, donde vivió sor María Florencia. Y una vez mas extendieron unas pequeñas mesas, colgaron globos amarillos y repartieron octavillas a los viandantes. Allí posaron con sus máscaras, que representan que todos los afectados son uno sólo y que no van a dejar su lucha hasta conseguir averigüar el paradero de sus hijos y sus hermabos/as, víctimas como ellos de una trama de monstruos de negras entrañas.
En el caso de los bebés robados, sorprende la inacción del Partido popular (tampoco es que el PSOE hiciera mucho). Da la sensación de que se quiere negar la evidencia: hay miles de casos, miles de alteraciones y falsificaciones de partidas de nacimiento. ¿A quién quieren proteger? Negar la evidencia es absurdo, ridículo. El escándalo es de tales proporciones que no pueden esconderlo.

La falta de colaboración de los responsables de las Hijas de la Caridad, es toda una declaración de culpabilidad; además de demostrar que son personas sin sentimientos, sin alma; o que son personas tan fanatizadas por la religión –es imposible que crean en Dios–, que no se sienten culpables de los monstruosos crímenes de robar bebés a mujeres de clase social baja para dárselos o vendérselos a familias acaudaladas. ¿Dejarán pasar meses y años hasta el robo de bebés se olvide? Las distintas organizaciones de afectados reciben cada vez más apoyos. Y están dispuestos a llevar el tema hasta el Tribunal de Derechos Humanos de la Unión Europea. No es aceptable en una democracia que la Justicia mire para otro lado, no es aceptable que la Policía se encoja de hombros, no es aceptable que los responsables de las religiosas implicadas en el robo de bebés impidan las investigaciones (abrir sus archivos sería toda una demostración de humanidad). Esas madres nunca entregaron voluntariamente a sus hijos. Esas madres fueron engañadas, amenazadas, injuriadas cuando reclamaron a sus hijos. Sólo desde la maldad más absoluta, con hábitos o sin ellos, puede entenderse la negación de la evidencia, o esa falta inhumana de colaboración; sólo desde las más negras entrañas, donde anida la peor crueldad, pueden permitirse crímenes tan horrendos.


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