ENTREVISTA [Publicada en Carta de España Nº 442.
Febrero 1991. Págs. 12 y 13]
Vicente Giner:
“CREO QUE SOY EL ÚLTIMO EDITOR
INDIVIDUAL QUE QUEDA EN EL PAÍS”
Valenciano, republicano, editor, Giner es un archivo
viviente de nuestra historia cultural y política. Es de los que no se casa con
nadie y le gusta llamar a las cosas por su nombre, aunque moleste. La edad no
le ha quitado lucidez ni rebeldía.
Vicente Giner nació en Valencia,
pero es en Madrid, cerca de la Plaza de Isabel II, donde tiene su editorial, y
en ese mismo casco antiguo, donde se encuentran las librerías de viejo, donde
tiene su vida. Sus opiniones sobre el mundo del libro y la política son
corrosivas, peo él es así, enérgico e individualista.
“Llevo
36 años como editor y 50 en el mundo del libro. Creo que soy el último editor
individual que queda en el país, los demás son apoderados, hijos y gerentes. Yo
soy individual, capaz de llevar libros a las librerías si tengo un montón.
Jamás he tenido asesores literarios y he fabricado casi todos los libros que he
publicado, me los he autodirigido y creo que eso tiene un mérito. Tengo libros,
pero no dinero, aunque en este oficio nadie tiene dinero”.
–¿Por qué se dedica a los libros?
–Por
la guerra civil, porque los que la perdimos teníamos que hacer algo para ganarnos
la vida, y yo no tengo ninguna vocación de ser empleado del Estado, ni de la provincia,
¡ni de nadie! Empecé vendiendo libros a particulares y ahí nació mi vocación
como editor. Edito libros de otros, pero que invento yo. Nadie ha venido a
traerme un original, yo los encargo. También he reeditado libros antiguos, como
el “Madoz” o “La historia de la montería”, pero todo lo que es moderno me lo he
inventado yo.
–¿Es una experiencia grata ser editor?
–Es
una aventura, una tenacidad y una vocación, porque yo tenía que estar jubilado.
Es una experiencia grata si uno está mentalizado; es ingrata porque no da
dinero, pero da más satisfacción y más vanidad poder decir que uno es editor
antes que comerciante de corcho o carnicero. Da esa satisfacción y que tienes
más acceso a la sociedad con una tarjeta de editor que de carnicero.
–Usted siempre ha tenido a gala ser un hombre libre,
de hacer y decir lo que ha querido y sobre quien ha querido…
–He
procurado no ofender a nadie, pero ser libre tiene un precio, porque el mundo
está lleno de compadres y de horteras, y se cobijan unos a otros y se dan
alcoba. Yo no me he dado a nadie.
–Le acusan de ser agrio, de tener mal carácter…
–Eso
es mentira. Quieren que sea contemplativo y yo no soy contemplativo ante nadie.
Es muy habitual en España que se hable bien de los amigos, aunque sean tontos;
y se hable mal de los que no son amigos. Es una injusticia y lo que hay que
hacer es decir: no es amigo mío, pero tiene talento. Pero eso no es corriente: en
España se compadrea, se “alcaponea”.
–Esa afirmación es muy fuerte…
–No
hay espíritu de justicia. Es así. Aquí reina la mediocridad. Yo recuerdo a personas,
y no doy nombres porque han muerto, que les llegó la popularidad treinta años
después de morir, y me carcajeo de esa gente que ha pasado como patriarcas de
las letras españolas.
“Ser editor es una aventura, una
tenacidad y una vocación,
porque yo tenía que estar jubilado. Es
una experiencia grata
si uno está mentalizado; es ingrata
porque
no da dinero, pero da más satisfacción
y más vanidad poder decir que uno es
editor
antes que comerciante de corcho o
carnicero”.
–¿No ha pensado en escribir sus memorias?
–En
el homenaje que me dieron el año pasado por mis cincuenta años de profesión,
José Ortega Spotorno dijo que volvería a ser editor si yo me comprometía a
escribir mis memorias, pero no lo voy a hacer, porque yo no sé contar mentiras
y saldría mucho burro que no lo sabe.
–¿Hay muchos tópicos… muchos olvidos tal vez?
–Totalmente.
Le puedo hablar de cuatro o cinco personas que no tienen traducción al mundo,
como el creador de la Enciclopedia España, que fue albañil y repartidor de novelas
por entregas. El autor de una obra inconclusa: la Enciclopedia de García Carranza, de Heráldica, que trabajó durante 45 años y publicó 48 tomos,
viajando por América él y la enciclopedia. Eso es único.
–Y a usted, ¿cómo se le puede valorar dentro del
mundo editorial, como un fenómeno raro?
–No.
Nada de fenómeno raro. Soy un hombre que tiene como vocación el libro, que no
tiene como vocación el dinero. Y por eso siempre he hecho lo que me ha dado la
gana.
–Pero eso no se perdona.
–No
es que no se perdone, es que se envidia.
–¿Cómo es su relación con los libreros?
–Hombre,
los libreros en el fondo son comerciantes que tienen cierta devoción por el
libro, pero la tienen más por el comercio; y como es un comercio pobre, siempre
están piando. No quieren arriesgar nada y muchas veces creen que porque te
venden un libro, tú, como editor, te salvas. Y el editor se salva cuando vende
de mil en adelante y punto.
–¿Tiene algún libro de cabecera, alguna obra con la
cual se identifique?
–Ninguno
y todos. Yo tengo 8.000 volúmenes en mi biblioteca, mi oficina parece una
librería de lance, pero no tengo libro de cabecera.
“Los libreros en el fondo son
comerciantes que
tienen cierta devoción por el libro,
pero la tienen más
por el comercio; y como es un comercio
pobre,
siempre están piando. No quieren
rriesgar nada y muchas veces creen que
porque te
venden un libro, tú, como editor, te salvas”.
–¿Cómo ve usted el mundo editorial actual?
–La
verdad es que yo tengo poca relación con los editores, salvo con alguno modesto
que empieza, ni soy de la Cámara del libro siquiera, porque cuando pedí entrar
se me dijo: “Haga usted una instancia y dentro de dos meses le contestaremos”.
Y yo les dije que entonces llevaba veinte años en la profesión y que
automáticamente debería estar asociado… pero no. No soy de la Cámara y esa
cuota que me ahorro.
–De puro independiente…
–Es
que a mí cuando me ponen un obstáculo en una cosa que no me es indispensable,
siempre digo que todo lo caro sobra.
–Esa filosofía tiene hoy poco éxito…
–Pues
claro, todos van a ver si les dan un carguito y hacen un discursito y algo así.
–Entonces podemos decir que el editor vocacional ha
desaparecido…
–Sí,
sí. Ha desaparecido como el relojero, como casi todas las profesiones. Vivimos
en una sociedad de multinacionales, de grandes empresas, de ejecutivos, y el
editor individual, como yo, desaparece, como todo individualismo. La gente
busca seguridad y la seguridad se cargó el individualismo. Yo, si me mantengo
como estoy, no pienso jubilarme. Renuncio a la pensión.
“Cela es un escritor y el Nobel es un
premio que dan
personas. El señor Cela se ha trabajado
todo esto con una tenacidad gallega y
lo quería
por vanidad y por el dinero. Lo del Nobel
lo está explotando como un invento de
magia”.
–Cambiemos de tema. ¿Cree que hay buenos novelistas
en España?
–Pues
la verdad, no lo sé. Yo leo pocas novelas y no es que me haya quedado con
Baroja. Me he quedado con Sender, con Carranque de Ríos y con esa generación
que podríamos llamar de la dictadura.
–En esa generación se pueden incluir nombres como Camilo
José Cela o Rafael Sánchez Ferlosio. ¿Qué piensa de ellos?
–Cela
es un escritor y el Nobel es un premio que dan personas. El señor Cela se ha
trabajado todo esto con una tenacidad gallega y lo quería por vanidad y por el
dinero. Lo del Nobel lo está explotando como un invento de magia. En cuanto a
Sánchez Ferlosio, éste sí que escribía bien. Yo leí su primer libro “El Jarama”, cuando fue premiado; después no le he leído, pero escribía muy bien.
Tenía capacidad de observación, cosa que no tiene Cela.
–Entre
los libros editados por usted hay obras excelentes, pero seguro que alguna
habrá que le hubiera gustado editar y no lo hizo…
–Solamente
me hubiera gustado editar dos libros: “El viaje por España”, de Laborde; y “Los
monumentos de España”, de Villa-Amil[1], que son libros que hoy se
cotizan a millón y medio los pocos ejemplares que quedan. Pero creo que nunca
los editaré, ni asociado con un banco. No, porque el banco eso no lo vería.
Pablo Torres
Foto: Diego Martín
NOTAS SOBRE LA ENTREVISTA:
Estaba en la Librería de La Escalinata, en Madrid,
con mi buen amigo Diego Martín. Llegó don Vicente Giner y empezamos a hablar. Y
decidí entrevistarle para Carta de España y para Noticias Bibliográficas. Don
Vicente, entrado ya en muchos años, tenía ganas de hablar; aunque no se atrevió
a decir todo lo que le hubiera gustado decir. Sabía que estaba en España, un país que no tolera la inteligencia; un país donde la mediocridad y sus mediocres dan miedo...
Fuera
de micrófono sí que despotrico contra todos esos “intelectuales orgánicos” de
pasado republicano, que se pasaron al franquismo y que, con la recuperada
democracia, se presentaban como “demócratas de toda la vida”. Tuvo palabras muy
duras contra Camilo José Cela, del que lo más suave que dijo era que todo lo
que escribía eran astracanadas de mal gusto; y contra Pedro Laín Entralgo, del que afirmó
literal y contundentemente: “Ese es un traidorzuelo de los que iban a El Pardo
al besamanos de Franco”.
“Es muy habitual en España que se hable
bien
de los amigos, aunque sean tontos; y se
hable mal
de los que no son amigos. Es una injusticia
y lo que hay que hacer es decir: no es
amigo mío,
pero tiene talento. Pero eso no es
corriente: en España se compadrea, se
“alcaponea”.
En su momento no
quise ponerlo en la entrevista, por ser palabras que dijo fuera de micrófono. Y
hay que respetar la voluntad del entrevistado, sin traicionarle. Hoy, desaparecidos
los mencionados –excepción de Ferlosio– entiendo que puede y debe decirse.
Especifico
que no tengo la grabación de la entrevista, como no tengo otras grabaciones con
otros muchos personajes de mérito. Muchas de las grabaciones las he extraviado o perdido: no he sido muy
cuidadoso con ese material documental, quizá porque nunca pensé que mis entrevistas
pudieran atravesar el tiempo o interesar a alguien en el futuro. Siempre me he preocupado en hacer mi trabajo bien, al margen de posteridades.
Espero
y deseo que la entrevista sea de utilidad para algunos lectores, bibliófilos o
bibliógrafos, curiosos en general. La cultura en España no interesa a demasiada gente. Lo que me dijo don Vicente Giner hace 23
años puede decirse de la España
actual: apenas hemos cambiado, o hemos cambiado a peor: sólo hay que echar un vistazo a la Prensa, digital o en papel. Y un párrafo nos dice que seguimos en las mismas:
“Es muy habitual en
España que se hable bien de los amigos, aunque sean tontos; y se hable mal de
los que no son amigos. Es una injusticia y lo que hay que hacer es decir: no es
amigo mío, pero tiene talento. Pero eso no es corriente: en España se
compadrea, se “alcaponea”.
Pablo Torres
Madrid, miércoles 27 de agosto 2014.
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