lunes, 20 de febrero de 2017

EL ATAQUE GENOCIDA DE LA AVIACION ITALI-GERMANA CONTRA CIVILES QUE HUÍAN DE MÁLAGA [FEBRERO DE 1937]



Considerado como el pionero de la medicina humanitaria, el canadiense Norman Bethune puso en marcha las trasfusiones de sangre móviles: salvó la vida de miles de personas en la Guerra de España. Se desplazó en febrero de 1937 con sus ambulancias hasta la carretera de Málaga a Almería, por la costa, donde miles de civiles fueron bombardeados y ametrallados por italianos y alemanes en un episodio de genocidio poco conocido en España.




Norman Bethune (Ontario, Canadá 1890 – Habei, China, 1939) era un gran cirujano en Canadá, cercano al Partido Comunista. Cuando los sediciosos de Mola, Franco y resto de golpistas provocaron el enfrentamiento civil en España sintió la necesidad de venir a España y ayudar como médico. Llegó a Madrid como voluntario el 3 de noviembre de 1936 con una camioneta Ford comprada en Londres, conocida como “La rubia”, y material médico comprado en París. El viaje estuvo sufragado por el Comité Canadiense de Ayuda a la Democracia Española.
       Bethune participó en la primera Guerra Mundial como sanitario, convirtiéndose en un excelente cirujano torácico que incluso diseñó un innovador instrumental quirúrgico para el tratamiento de la tuberculosis. Conmovido por la pobreza que se vivió en Canadá en los Años 30, ejerció la medicina social atendiendo a los más desfavorecidos.
          El avance del fascismo en Europa le hizo abandonar su buena posición social y económica y trasladarse a España en 1936 para poner sus conocimientos médicos al servicio de la República en la Guerra de España contra los “nacionales”.
Dejando claro que no había venido a España a derramar sangra, sino a darla, Bethune realizó más de 700 transfusiones en los 8 meses que permaneció en nuestro país. En Madrid, donde creó el Servicio Canadiense de Transfusión de Sangre, instaló el primer banco de sangre en una casa de la calle Príncipe de Vergara con 15 habitaciones, organizando donaciones voluntarias de sangre solicitando la colaboración de radios y prensa. La solidaridad era recompensada con vino.
El cirujano advirtió que las bolsas de sangre enviadas a los heridos en los hospitales llegaban tarde. Decidió cambiar su método de trabajo por otro bastante novedoso: llegaría a los frentes de guerra con dispositivos para hacer transfusiones en los escenarios de guerra, en los frentes de las batallas. Sus planteamientos médicos sorprendieron a los servicios médicos de la República. El doctor Bethune financió y organizó el trabajo, uniéndose a los servicios médicos de las Brigadas Internacionales, llegando a Guadalajara, Valencia, Barcelona y, especialmente en Málaga.
Tras la toma de Málaga por las fuerzas sediciosas rebeldes, se produjo una pavorosa huida de malagueños hasta Almería. Es uno de los episodios clave de la estancia de Bethune en España. El doctor se referirá al hecho como “El crimen de la carretera Málaga-Almería”. El ejército italiano, con apoyo de los franquistas tomaron la ciudad en horas: después bombardearon intensamente por tierra y mar a la gran columna de civiles que escapaban por la única carretera que comunicaba Málaga con Almería, de unos 200 kilómetros. Bethune se encontraba en Barcelona cuando recibió la noticia del avance de los militares sublevados en Málaga. En febrero de 1937 se trasladó con sus colaboradores por la costa hasta Málaga, pero no pudo llegar a la ciudad: se encontró con una enorme columna de más de cien mil personas, ancianos, mujeres y niños, que huían desesperados de la ciudad, en lo que era un ataque salvaje contra población civil indefensa. Durante tres días, Bethune trasladó en su ambulancia a todos los que podía, en viajes de ida y vuelta a Almería, facilitando así que pudieran escapar  del terror provocado por los rebeldes.
 
La terrible experiencia que vivió y sufrió está recogida en sus escritos: “Se detuvo el camión, salí y me quedé en medio de la carretera. ¿De dónde venían? ¿A dónde iban? ¿Qué estaba ocurriendo? Me miraban tímidamente. No tenían fuerza para seguir, pero temían detenerse. Decían que los fascistas iban detrás de ellos. Sí, Málaga había caído. Las armas habían tronado. Las casas fueron arrasadas. La ciudad había sido golpeada duramente y toda persona capaz de andar se había echado al camino”. Su compañero Hazen Sise se ocupó de fotografiar el dramático éxodo, uno de los episodios más terribles y brutales perpetrado por los franquistas en la Guerra de España.

Los textos de Bethune son desgarradores: “Detrás del autobús una niña con el dedo en la boca gemía agachada al borde de la carretera. Vi a un miliciano tender la mano y coger la niña a la espalda. Al lado, un campesino llevaba a hombros a una mujer como si fuera un saco de patatas”. Junto a la fotografía, el testimonio de Ana Pérez Rey, 9 años en 1937: “Al llegar al Faro de Torrox empezaron los bombardeos de los barcos… hirieron a mi tía y a su madre, que le atravesaron el pecho, pero no murió; mi tía todavía tiene metralla. Todos gritaban y trataban de encontrarse, pero dieron una voz de que los heridos se fueran a un coche y, como mi tía y su madre estaban heridas, las metieron en el coche. Y yo me quedé sola y me perdí”.
Junto a otra de las fotografías de la muestra, un marco con dos textos. En el primero Norman Bethune escribe: “Imaginemos lo que serían cuatro días de andar escondiéndose en las montañas, perseguido por los aviones de los bárbaros fascistas, y cuatro noches de caminar en grupo compacto hombres, mujeres, niños, mulas, burros y cabras, tratando de mantenerse juntas las familias, llamándose por el nombre propio, buscándose en las sombras”. En el segundo, Cristóbal Criado Moreno, de 16 años en 1937, dice: “Las aviación nos bombardeó por la Cuesta de los Caracolillos. Había unos acantilados muy pronunciados y la gente o se iba para el monte o para la orilla. Mi familia se dispersó: yo estaba al lado del malecón. Oíamos silbar las bombas muy cerca. Cuando dejaron de bombardear vi muertos por todas partes. Tratamos de reunirnos la familia, pero allí se perdió una hermana mía, la más pequeñita, que tenía ocho años; el resto nos fuimos reuniendo al rato de ir adelante, sin mi hermana. Pasada una hora iba con otra familia cogida de un carrito pequeño, y la vi yo… (en este momento el relator rompe a llorar)”.

En otro de los escritor de Bethune se puede leer: “Entonces, unos cuantos aviones pasaron sobre nuestras cabezas. Brillantes aviones plateados: bombarderos italianos y Heinkels alemanes. Se lanzaron hacia la carretera y, como en una maniobra de tiro rutinaria, sus ametralladoras trazaban complicados dibujos geométricos entre los refufiados que huían”. El testimonio de José Ginés, que tenía 20 años en 1937, es el siguiente: “En ese momento aparecieron cinco aviones fascistas, que empezaron a bombardear el camino: pasaba uno y soltaba las bombas; pasaba otro, y lo mismo; así una y otra vez. Cuando terminaron las bombas, disparaban con ametralladoras. Se marcharon. Cuando volví al camino me encontré con el espectáculo más horrible que he visto en mi vida: niños, mujeres, borricos por el suelo; unos muertos, otros heridos; quejidos: “¡Socorro!”, “¡Ampárame!”.
Medio año después Bethune regresó a Canadá, desde donde se trasladó hasta China para ayudar a los heridos en la segunda guerra chino-japonesa. Antes de partir hacia oriente, financió el documental El corazón de España” e hizo una gira por diferentes ciudades canadienses para recaudar fondos destinados al Gobierno de la República, avisando sobre los peligros del auge del fascismo. También captó voluntarios para la “causa española”. El batallón canadiense internacional, el Mackenzie – Papineau, fue el segundo más numeroso, después del francés.

Pablo Torres [Madrid, 20 de febrero 2017]

Exposición “La huella solidaria. El legado del doctor Bethune y la ayuda de los voluntarios canadienses a la segunda República”. Centro Cultural Conde Duque (Madrid). Hasta el 2 de abril del 2017.

martes, 7 de febrero de 2017

CRÓNICA DESGARRADA DE UN EXILIO



    En 1996 vio la luz "Antes que sea tarde", un libro de memorias de Carmen Parga: narraba su vida durante la segunda República de España, su trabajo político en la Federación Universitaria Escolar (FUE) y en el Bloque Estudiantil de Oposición Revolucionaria, rama de las Juventudes Comunistas... más su matrimonio con Manuel Tagüeña, la desesperación por la guerra y un largo, desgarrador exilio por Rusia y Europa oriental, hasta que finalmente llegó a México.
    El libro se volvió a publicar en el año 2007 en México, por Editorial Porrúa. Y mantiene su frescura y sinceridad, en lo que podría definirse como un "abrir los ojos" ante una realidad durísima en la que nunca existieron los paraísos para los pobres, los que luchaban y dejaban sus vidas por la libertad y la democracia. Fue un romper vínculos con una ideología subvertida, deformada en un  mundo polarizado por los totalitarismos: fascismo y nazismo frente al comunismo oficial, en manos de burócratas que se embarcaron en el stalinismo.
    Carmen Parga y su marido, Manuel Tagüeña, alto mando militar del Ejército de la República de España, iniciaron su exilio cruzando los Pirineos. Luego, en un laberíntico periplo, llegaron a Moscú. No fue un camino de rosas: las dificultades se sumaban a las carencias, mientras el ejército alemán amenazaba con romper el tratado con Stalin y lanzarse sobre Rusia. Y por supuesto, en el reparto de casas, había "clases": "Lister y Modesto tuvieron buen cuidado de rodearse de incondicionales...". El matrimonio Tagüeña-Parga funcionaba con normalidad, siguiendo con atención los acontecimiento que se registraban en Europa y en España. Y mantenían correspondencia con familiares en México.
    En Moscú nació la primera hija del matrimonio y cuando la niña tenía seis meses, les llegó la noticia: el ejército alemán cruzaba la frontera con Rusia. El Ejército rojo entraba en guerra. Y llegaron las evacuaciones de civiles. Carmen tuvo que salir en tren en dirección a la región de Pensa, en el corazón de Rusia. Y fue otro recorrido lleno de penurias y necesidades. Los problemas para los evacuados en Pensa se iniciaron con la llegada del frío. Pese a todo lo que tuvo que pasar, Carmen Parga escribe: "Del espíritu de resistencia da fe toda la historia del pueblom ruso. Creo que no hay otro como él capaz de soportar calamidades, desgracias y contratiempos y prescindir de todo, hasta de lo aparentemente indispensable, sin perder la dignidad".
    Volvieron a trasladarles hasta Tashkent, la capital de Uzbekistán, en Asia. El viaje duró un mes: pasaron hambre y frío. Carmen Parga quedó impresionada con el Mar de Aral, con sus montañas de sal. La estancia en Tashkent también estuvo llena de dificultades por la falta de todo tipo de productos. Pero supieron sobrevivir.
VUELTA A MOSCÚ.-Derrotado el nazismo, se inició en la URSS la pesadilla staliniana. El aliento de la bestia llegaba a todo, al margen de culpabilidades o inocencias. Muchos compañeros y camaradas mostraron su lado más oscuro, transmutándose en abominables delatores en la creencia de que así se salvarían de las purgas política: "Cuando Enrique Castro fue expulsado del Comité Central por "trabajo fraccional" y "desviacionismo", sus "amigos" se apresuraron a hacer autocrítica ante Dolores (Ibarruri), para recuperar posiciones dentro del Partido. Yo no me di por aludida, así que cuando la dirección del Partido se dieron cuenta de mi ausencia en la ceremonia de la sumisión, me organizaron la clásica encerrona" [...] "Todavía no habían acabado mis problemas. Líster y Modesto fueron a quejarse a Dolores (Ibarruri) de mi supuesta indisciplina, que al parecer era un mal ejemplo para el colectivo de "militares".
YUGOSLAVIA.- Y desde Moscú, en la URSS a Belgrado, en la Yugoslavia de Tito. El peregrinaje no veía final: "Tito -escribe Carmen Parga- era un hombre guapo y apuesto, tal como me lo figuraba, sobre todo comparándolo con el "gran jefe". También la gente daba la impresión de celebrar sinceramente y sentise orgullosos de sus luchas y de sus victorias frente al fascismo..." [...] Mi marido estaba destinado como consejero del ejército en Nis, una pequeña ciudad cerca de la frontera con grecia y Macedonia. atravesada por un río. [...] Al relacionarnos con la sociedad serbia empezamos a valorar en toda su magnitud la proeza del movimiento guerrillero organizado y dirigido por Tito[...] En el mundo de la postguerra, la política de Stalin empezaba a dibujarse claramente: reforzar las fronteras de sus dominios al máximo, lo que luego se llamó el telón de acero, y organizar para el resto del mundo los movimientos guerrilleros, actuando como "quintas columnas" en los lugares del mundo más desprotegidos o más sensibles por sus problemas sociales, a la acción gurrillera".
 La familia Tagüeña-Parga,en el centro, con unos amigos en Yugoslavia
 
CHESCOSLOVAQUIA.- El periplo continuó con su traslado a Checoslovaquia. Los guardianes de la ortodoxia comunista no sabían que hacer con la famila Tagüeña-Parga. Estaba clasificados como "vacilantes". 
    Carmen Parga, cuando viajaban a Checoslovaquia, recordó que "Los "heterodoxos" llevábamos la tranquilidad del justo: que es la tranquilidad de conciencia" [...] Llegamos a Praga, ciudad que nos impresionó favorablemente no sólo porque es muy bella, sino además porque nos hizo sentir que, de vuelta, estábamos en Europa [...] A los pocos días nos trasladaron a Hejnice, un pequeño pueblo en el corazón de los Sudetes, región siempre en litigio entre Polonia, Alemania y Checoslovaquia".
    Atenta todos los hechos que vivía, Carmen Parga escribió: "Los acontecimientos se sucedieron a lo largo de aquel año decisivo, 1948. En Checoslovaquia los comunistas habían tomado el poder, en clara provocación a los acuerdos con los aliados después de la guerra. Stalin, en desventaja por no tener la bomba atómica, tuvo que renunciar a sus planes de grandeza de ocupar toda Europa y retirarse a posiciones básicas, encerrando dentro del telón de acero a los países satélites. Los partidos comunistas de toda Europa occidental quedaron desamparados de Moscú, a merced de los avatares de la guerra fría. Esta nueva política trajo como consecuencia que se abandonaran los planes sobre España, y los muertos en las campañas guerrilleras fueron enterrados y olvidados" [...] Escuchamos con estupor la lectura del documento en que los partidos comunistas europeos acusaban a Tito y al Partido Comunista yugoslavo de desviacionismo y traición a la sacrada causa" [...] Los cantos de alabanza a Tito por su labor durante la guerra, se convirtieron en acusaciones que iban desde lo trágico a lo ridículo" [...] Fue muy duro leer el documento acusatorio del Partido Comunista de España, que tantos favores debía al partido yugoslavo, uniéndose al coro; pero fue peor oír las estupideces de nuestros compañeros alló, que no tenían la disculpa del desconocimiento".
 Manuel Tagüeña con sus hijas, Carmen y Julia

    Otro párrafo de Parga muestra su carácter: "Me enfermaba constatar que en aquellos momentos que tanto había que hacer en el mundo, los partidos comunistas se dedicaran solamente a tratar de aplastar a Tito y al partido yugoslavo" [...] Tenía la niña cuatro meses cuando nos trasladamos a Brno, la segunda ciudad de Checoslovaquia, en cuya Universidad iba a trabajar Tagüeña en la Facultad de Medicina [...] poco a poco nos fuimos compenetrando con los checos. Inteligentes, trabajadores, su característica más destacada es una tendencia al humor ácido, en cierto modo parecido al humor negro español. No es causal que el libro más representativo de su literatura sea "Las aventuras del bravo soldado Sveik", de Jaroslav Hasek" [...] "Mi marido me prometió solemnemente que a la menor posibilidad nos sacaría del mundo comunista, enloquecido, angustiado y amenazante. Pasaron varios años hasta que pudo cumplir esta promesa y en total vivimos siete años en Checoslovaquia".
 Carmen Parga con su hija Carmen (lleva el vestido tradicional checo).

MÉXICO.- Tras pasar muchas dificultades, lograron el permiso para viajar a México: "Subimos al avión con una sensación de incredulidad, que no nos abandonó hasta que llegamos a Amsterdam". Era la primera escala de su viaje a la libertad: "Subimos de nuevo al avión ya convencidos de que no habría regreso. Íbamos a hacer escala en Irlanda y luego otras dos al otro lado del Atlántico: en Terranova y en Canadá [...] Felices, nos bajamos del avión en Monterrey, primera escala en México... por fin, el 12 de octubre de 1955 arribamos a la ciudad de México". En el país de la zona norte del continente americano lograron rehacer sus vidas y la familia, aunque al principio no se lo pusieron fácil.
LOS LÍDERES COMO DEIDADES.- La lectura de la obra de Carmen Parga nos traslada a la actualidad más cercana, nos hace pensar en nuestro tiempo por los tremendos paralelismos políticos. En tiempos de Hitler y de Stalin, se hizo de los líderes políticos pequeñas o grandes deidades terrenales que dictaban sus propios mandamientos, jaleados por sus camarillas de "cortesanos". A los militantes, al pueblo, se le exigía fe ciega, obediencia absoluta, sacrificios sin límites... todo sin plantear la menor pregunta, bajo de pena del repudio social o mayores castigos físicos y psíquicos. 
    Esa manera despótica de entender el poder ha llegado hasta nuestros días: actualmente los líderes de los partidos políticos, democráticos o no, se comportan y actúan como pequeños seres endiosados a los que hay que seguir con pasión, devoción. Bajo ningún concepto se puede ejercer la menor crítica. Si algún militante o ciudadano se atreve a "cantarles las cuarenta", narrarles la realidad visible, entran en acción los "guardianes de la ortodoxia, traidorzuelos de tres al cuarto, camarilla de auténticos enajenados mentales dispuestos a todo: desde la traición más descarada a sus amigos más próximos, pasando por cualquier otra barrabasada para proteger, aislar la figura del líder, ese pequeño infame con síndrome de Napoleón, rodeado de cientos de asesores que le parasitan.
    Lo narrado se puede advertir en todo tipo de líderes. desde los que, tumbados y fumando un selecto puro habano, leen la Prensa deportiva, mientras se divierten con medidas económicas antisociales que machacan a la machacada clase media o trabajadora de su propio país; a los que pretenden deslumbrar con un verbo fácil, coleta en ristre; sin olvidarnos de los más oscuros maniobreros que dicen ser lo que no son, borrando todo lo prometido para obtener el poder, trabajando activamente para las élites saqueadoras de bienes comunales.
    El libro de Carmen Parga es todo un manuel de decencia.

Pablo Torres
Madrid, 5 de febrero 2017