El contorno del
Barrio de Maravillas, o de Malasaña, se define entre la
Gran Vía, la calle de Fuencarral, la calle
de la Princesa,
la calle Alberto Aguilera y la calle Carranza. Tiene, por tanto, muchas
entradas y muchas salidas. El epicentro del barrio está un poco escorado,
localizándose en la Plaza
del 2 de Mayo, lugar emblemático en las luchas del pueblo madrileño contra los
franceses; lugar mítico de “La
Movida” madrileña, en los años 70 y 80, cuando se recuperó la
democracia, tras la larga dictadura franquista.
El centro neurálgico del Barrio de Maravillas o Barrio de Malasaña, por tener una
calle dedicada a Manuela Malasaña, víctima de los franceses en la emblemática
fecha del 2 de mayo de 1808, es la
Plaza del 2 de Mayo.
Y junto a la plaza, la iglesia de Maravillas, que da nombre al barrio, al
que también referencian como Barrio de Mala Saña. Un pequeño arco en medio de
la plaza nos recuerda que allí estuvo el Cuartel de Monteleón, donde militares
españoles, los afamados Daoiz y Velarde, ayudados por civiles se enfrentaron a
las tropas napoleónicas, con dramáticos resultados para los españoles. Una
placa recuerda que allí luchó Benita Pastrana, defendiendo el cañón del teniente
Ruiz hasta que fue abatida.
En los años de La Movida,
dejada atrás la negra dictadura de Franco, la Plaza del 2 de Mayo era referencia cultural de un
Madrid libre ligado al profesor Tierno Galván, el mejor alcalde Madrid. Y allí se
plasmó una imagen mítica de unos jóvenes despelotados subidos al arco del
Cuartel de Monteleón. Con los años, la zona también fue escenario de intensos, estruendosos
botellones: una parte de la juventud sólo encuentra diversión en el alcohol,
las drogas y el sexo ocasional. Actualmente la zona vive momentos dulces. Han dejado
de practicar el botellón y la convivencia es pacífica. Los fines de semana
montan un pequeño mercadillo de antigüedades y en las zonas aledañas puede
tomarse el vermut de los domingos, previo a la comida.
La calle
de Manuela Malasaña es paralela a la calle Carranza. Nace en la calle
Fuencarral, a unos metros del Café Comercial, y llega hasta la calle san Bernardo.
No tiene mucho que ofrecer, salvo su nombre. Manuela Malasaña era una
modistilla que al oír disparos en el cercano Cuartel de Monteleón, cuando el
pueblo de Madrid se levantó contra los franceses, en 1808, salió a la calle
para ver qué pasaba. Y salió con unas tijeras en la mano. Los soldados de
Napoleón, al verla con las tijeras, no dudaron en dispararle. Fue de las primeras
víctimas del 2 de mayo, que culminó con los fusilamientos de madrileños en la
madrugada del 3 de mayo. Le dedicaron la calle en recuerdo de su absurda muerte.
Una de las entradas al Barrio de
Maravillas está en la calle de San Vicente Ferrer, donde se pueden ver
pequeñas tiendas y establecimientos singulares. En el número 7 está Sweet-Seeds,
dulces y semillas, con la fachada coloreada en verde, con aromas de “maría”: no
hace falta decir mucho más. Un poco más allá, en la esquina con la calle de San Andrés, hay una
placa que recuerda que allí vivió la escritora Rosa Chacel y que allí ambientó su
obra “Barrio de Maravillas”. En la esquina con San Andrés, en el número 28, hay
dos tiendas singulares, cerradas, quizá abandonadas, de llamativas fachadas
azulejadas: la Farmacia Juanse,
con llamativas composiciones ensuciadas con horrorosos grafitis; y la Antigua Huevería,
con sus gallos estampados en coloristas baldosines.
ROSA CHACEL
Cuando tenía 9
años, Rosa Chacel (Valladolid 1898 – Madrid 1994) viajó hasta Madrid para vivir
con su abuela materna, en el barrio de Maravillas. Su madre, maestra, la
formará en casa, por su poca salud. Estudiará dibujo en la escuela de Artes y
Oficio, de la calle de La Palma,
y luego en la Escuela
de Bellas Artes. Se casó en 1921 con el pintor Timoteo Pérez Rubio. Residirán
unos años en Roma.
Cuando los fascistas provocan la
guerra civil, tras el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, Timoteo Pérez
Rubio se alista como voluntario para defender la república. Rosa Chacel firmará
el Manifiesto de los intelectuales antifascistas, colabora con la Prensa republicana y
trabaja como enfermera. Pérez Rubio se encargará del traslado y envío al
exterior de las obras del Museo del Prado, para evitar su destrucción.
La victoria franquista obliga a la
familia a exiliarse en Brasil. Su regreso a España se produce en varias etapas.
Estaría un tiempo, hasta 1963, con los beneficios de una beca; y haría un viaje
de promoción literaria en 1970. Se instala definitivamente en España en 1973,
con una beca de la Fundación March,
para terminar “Barrio de Maravillas”.
A unos pasos de esos dos emblemáticos establecimientos, está Camacho, taberna
con su antiguo mostrador de estaño y su grifería para el vermut. Y un poco más
allá la Plaza de Juan Pujol,
de reducido tamaño, saturada de terrazas taberneras, que no tiene mucho de
especial, donde destaca un mural obra de grafiteros. En la Plaza de Juan Pujol nace la
calle de san Andrés, que llega hasta la calle de Carranza. Tiene pequeñas
tiendas, poco más.
En la calle del Espíritu Santo, en el número 15, destaca por su preciosismo
una librería, pese a que la lectura no es el fuerte de los madrileños… de los
españoles en general. Nos dejamos antes la pasta (dinero) en una ración de
pulpo a feira que en un buen libro, aunque hay que reconocer que las grandes
editoriales, las que dominan el mercado, publican muy pocos buenos libros.
La Corredera alta de san Pablo
va desde la calle Fuencarral hasta la
Plaza de san Ildefonso.
La Plaza, como
la mayoría de las plazas del centro de Madrid, está ocupada por varias terrazas
bareras. Los bares roben el espacio a los peatones, con permiso del
Ayuntamiento. El anterior alcalde de Madrid, el reaccionario y carca Ruiz
Gallardón, retrato decolorado de una estirpe de franquistas, ha dejado un pufo
salvaje, una deuda municipal brutal. Hay que dar licencias a los bares para
recaudar dinero… a costa de los peatones. El espacio peatonal es cada vez menor
y más estrecho. Los viandantes se ven atrapados entre los coches y las terrazas.
Mural obra de grafieros en la Plaza de Juan Pujol
Bajando la Corredera Baja de san Pablo hay
un centro de caridad, Santa Pontificia y Real Hermandad del Refugio y Piedad de
Madrid. Forma parte de un edificio en el que localiza la iglesia de san
Antonio de los Alemanes. La caridad define a las sociedades más injustas. La caridad
es la cara oculta de la desigualdad y carencias. En una sociedad justa y
equilibrada, nadie tendría necesidades económicas que le obligaran a mendigar o
vivir de la caridad.
Bajando la Corredera Baja de san Pablo,
a la izquierda, se localiza la calle de la
Ballesta, célebre en Madrid por ser lugar de
prostitución barata, con derecho a ladillas y otras venéreas. La calle de la Ballesta llega hasta la calle
Desengaño, a un paso Gran Vía. Esas calles son la trastienda de la esplendorosa
Gran Vía, lugar en el que, desde siempre, las prostitutas ofrecían sus servicios
a todos aquellos desesperados que buscan en el sexo mitigar su desconsuelo. Las
actuales prostitutas son, mayoritariamente, extranjeras. Las que más se dejan
ver son rumanas y africanas.
Si se callejea por la calle del Pez,
desde la calle san Bernardo, en su cruce con la calle Jesús del Valle, podrá toparse
con el palacete de “la lideresa”, doña Esperanza Aguirre, también llamada la
cólera de Dios, de su dios; santo y seña de la derechuza, luz de occidente,
noble consorte, azote neoliberal de la izquierda: ¡Santiago y cierra España
ante esos rojos! Es la versión española de Margaret Thatcher, más allá a la
derecha de la derecha. El palacete es una de sus propiedades. Tiene otras
muchas, que por algo se apellida también Gil de Biedma…
La calle de Fuencarral es uno de los
costados de Maravillas. Se inicia en la Gran
Vía y llega hasta la Glorieta de Bilbao. Actualmente es una calle peatonal,
en un gran tramo. La calle separa Maravillas del barrio de Chueca, espacio de
homosexuales y lesbianas que han contribuido a remozar una zona deprimida del
viejo Madrid. En la calle de Fuencarral circulan libremente los biciclistas,
que ya han provocado más de un accidente por atropellos.
El Barrio de Maravillas, en su
conjunto tiene mucho que ofrecer. Pero es bueno que el turista, el foráneo o
forastero sigan sus propios pasos, en busca de vivir sus propias experiencias.
Fotos: Pablo
Torres