lunes, 30 de septiembre de 2013

MIGUELETES DE AÑIL Y CAL [3]



Pueblo en La Mancha más árida, Miguel Esteban tiene sus orígenes allá por el siglo XIII, aunque los primeros datos documentados están en las Relaciones Topográficas de Felipe II. Será el marqués de Ensenada, con su Catastro o averiguación, el que ofrecerá todo un conjunto de datos sobre el pueblo que evolucionará al ritmo del país. La división ideológica del pueblo se producirá con la segunda República. Las fuerzas de las derechas más reaccionarias, en unión con la iglesia católica y una facción del ejército, se opondrán con todas sus fuerzas y métodos ilegales contra el nuevo Estado democrático, hasta fomentar y patrocinar un golpe de Estado que llevaría a los españoles a una guerra civil (1936-1939), nunca acabada.

ENTREGA 3

ANTROPOLOGÍA

COSTUMBRE Y USOS SOCIALES

VIDA COTIDIANA ANTIGUA

CACHARRERÍA TRADICIONAL DESAPARECIDA

TRAJE ANTIGUO MIGUELETE

LA FERIA DE SEPTIEMBRE

COSTUMBRES Y USOS SOCIALES.- Determinar y definir los usos y costumbres sociales en La Mancha, en general; y en Miguel Esteban, en particular, es complejo, complicado. Podemos describir, en su evolución, los modos de vida y las costumbres del siglo XX, incluso con testimonios de personas que son, actualmente, historia viva de su tiempo; pero no podemos ir más allá. Para saber del siglo XIX hay que revisar la historia oficial, ir a la Literatura, a los libros de viajes, a los textos sobre Medicina, Arquitectura o Geografía… Igual ocurre con los siglos anteriores. El punto de partida lo situamos en el siglo XVII, con el Quijote: el libro de Cervantes describe la geografía manchega más pura del Quinientos, ofrece tipos, usos y costumbres sociales, gastronomía…
Algunas descripciones de tipos manchegos, en los inicios del siglo XX, las encontramos en la Literatura del pintor José Gutiérrez Solana[1] que con 34 años, publica La España negra (1920). Solana, pintor y un gran viajero, es un singular autor: anticlerical, se fija en lo sórdido de la vida y diversiones de los pobres, sus miserias y defectos físicos y morales, con crueldad expresionista.

 

VIDA COTIDIANA ANTIGUA.- En el medio rural, en los pueblos –villas y aldeas con sus propios olores a sarmientos quemados de mañana–, el día despertaba con el canto del gallo, con el traqueteo de los carros, el golpear de la pezuñas de las mulas, los rebuznos… la vida cotidiana se iniciaba con el sol. Los labradores –en las alforjas un poco de pan, tocino y queso, con alguna bota de vino–  aparejaban a las bestias, mulas y borricos, para después de algún desayuno, trasladarse en carro o galera hasta las fincas para las faenas agrícolas: arado y preparado de la tierra, sembrado, recogida, siega, vendimia… según la época del año. Era un trabajo de sol a sol, duro en verano: exceso de calor y demasiadas horas de luz en jornadas interminables. La siega a mano, agachados y con la hoz, podía reventar a los más duros.

            Las mujeres, trabajo doble, cuando no se incorporaban a la siembra, siega o vendimia, se ocupaban de las duras e ingratas labores domésticas, sin las comodidades actuales: cuidar de los hijos, barrer con escobones, fregar incluso con arena, planchar con planchas de hierro… guisaban en el fogón de la chimenea de suelo, alimentada con sarmientos y cepas viejas.
            La palabra vacaciones no existía: un día seguía a otro, una semana a la otra; un mes era devorado por el siguiente, un año sustituía al anterior entre la indiferencia y la monotonía. El único día de descanso era el domingo, más las fiestas de guardar, Semana Santa y Feria de septiembre. Julio y agosto no se identificaban con el descanso vacacional y sí con el tiempo de la cosecha y la abundancia. Los únicos centros de recreo, próximos en el tiempo, serían las sociedades recreativas, los Casinos, utilizados normalmente por los pequeños y grandes hacendados.
Plaza de la Iglesia (plaza del Generalísimo, para los franquistas), 
hacia 1960. Fotografía: Teófilo Torres.
            La vida de los campesinos, braceros y aparceros, prácticamente se mantiene en sus formas más arcaicas hasta bien entrado el siglo XX, con muy pocos cambios por la pobrísima tecnología existente. La mecanización de la agricultura en España se iniciará a mediados del siglo XX, en la Década de los 60, cuando el país deja de ser eminentemente agrícola para transformarse lentamente en industrial, en la medida de lo posible, y de Turismo (servicios).
            Hasta la Década de los 60, en Miguel Esteban los campesinos seguían utilizando el carro y las mulas para trasladarse a las tierras, el arado de tipo romano, la hoz para la siega, la galera en la vendimia, el azadón para sacar patatas, el burro para pequeñas faenas agrícolas… En las eras[2] se utilizaban las trillas para separar el grano de la paja, que después debían ser ablentado. Los tractores estaban contados, en manos de muy pocos. En las huertas se sacaba el agua con norias. El trabajo, en su práctica totalidad, se hacía a mano, sin utilizar la fuerza de las máquinas.
Como otros muchos pueblos manchegos, Miguel Esteban tenía mucho que fotografiar: arquitectura popular, especialmente los casones solariegos con sus enormes corrales empedrados (patios), que servían de almacén de utensilios de labranza, y para cobijar a las mulas en las cuadras; calles encaladas, en sus trazos urbanos, muy sencillos; rincones típicos, en los lugares más insospechados; gentes, en diario quehacer (pastores, labriegos, zapateros, señoritos entrando en el casino…) o engalanados de fiestas.
            Los domingos y fiestas de guardar se utilizarán por los viejos y los jóvenes para trasladarse hasta el Parque: los viejos, sentados en los bancos, viendo pasar el invisible tiempo; los jóvenes, en largos paseos –“¡Teófilo, échanos una afoto!” era una frase frecuente– con sus juegos de miradas, preparando amoríos que fructificaran en bodas, preparando una nueva generación… Eran los modos y usos sociales de antaño, severamente vigilados por sotanas y tricornios: la hipócrita moral católica impedía hasta los besos en la calle. Eran imposiciones religiosas que llegaban al absurdo cuando obligaban observar ciertas reglas: prohibición de comer carne en determinados días de la Semana Santa (excepción si pagabas a la iglesia). El chorizo, la morcilla, la carne de cerdo, se sustituía en la dieta por el sabroso potaje de garbanzos con bacalao y espinacas.
            Era costumbre fotografiarse en ocasiones concretas: bodas, bautizos, comuniones… en domingos, festivos y fiestas de guardar fiesta. Y hubo una “fauna” muy peculiar: su mejor representante sería un personaje conocido por el apodo de Tarzán o El Tarzán, muy popular por sus excesos extravagantes. Bonachón y campechano, corpulento –descomunal cabeza y desproporcionada quijada o mandíbula–, tenía por costumbre, en las tabernas, tras sus jornadas laborales, hacer exhibiciones gastronómicas. Era capaz de comerse una corbata troceada o liarse a bocados con la boina de cualquiera de sus paisanos. Sus aperitivos producían el delirio de la concurrela: jaleaban sus barbaridades.
            Otro ejemplo de la manera de ser en los pueblos manchegos lo encontramos cuando leemos: Avanzada la década de los 60, cuando la Feria de Miguel Esteban (se celebra en septiembre), un miguelete tuvo la ocurrencia de fabricar un extraño artilugio móvil, una especie de triciclo enorme, a partir de gruesas ramas (horquillas) de árboles. En aquel bastidor de madera logró acoplar un motor (una bomba de extracción de agua) e intentó que aquella máquina se moviera. No lo consiguió en un primer momento por una razón de peso: las ruedas era cuadradas. No tuvo más remedio que rendirse a la evidencia y se vio obligado a redondear las ruedas de madera. Aquel maquinillo, de ensordecedor ruido, superó la prueba y se movió entre el general asombro[3]
La vida de los pueblos cambiará radicalmente con el fenómeno de la emigración, hacia las grandes ciudades de España (Madrid, Barcelona, Bilbao…) y hacia el extranjero (Francia, Alemania y Suiza, básicamente); y con el turismo, que supondrá divisas y afectará a los usos cotidianos y costumbres: España vivirá con el Franquismo una larga y oscura noche de horror y represión social, económica, cultural, política… Los turistas llegarán en masa a la España de Franco, vigilada por curas y Guardia civil. Contaminarán el nacional-catolicismo retrógrado con sus propias, desinhibidas costumbres: marcarán un punto sin retorno.

LA DESAPARECIDA CACHARRERÍA TRADICIONAL.- En las casas, antiguamente, utilizaban todo un conjunto de cacharros de barro cocido para las más diferentes labores: usos domésticos o faenas relacionadas con las tareas agrícolas, o con la elaboración del vino. Todos se abastecían de los centros alfareros tradicionales, cuando vendían sus cacharros en los días de Feria.
Las tinajas de gran capacidad, de Villarrobledo (actual Albacete) o de Colmenar de Oreja (actual Madrid), se utilizaban en las bodegas: era el recipiente donde fermentaba el mosto: se transformaba en vino[4]. Los cántaros y pucheros, de Mota del Cuervo (suroeste de Cuenca, a unos 20 kilómetros de Miguel Esteban), servían para trasegar agua hasta las tinas y para hacer los guisos y guisotes en la chimenea. La cacharrería se componía también de botijos, para refrescar el agua; orzas, para guardar y conservar alimentos; lebrillos, para la matanza… Jarras, para el vino; y aguardenteras, para el aguardiente.
            La cacharrería tradicional, doméstica,utilizada en Miguel Esteban procedía de Cuenca, de los centros alfareros de Mota del Cuervo y Priego. Las alfareras o cantareras de Mota del Cuervo, especializadas en hacer recipientes de barro para contener líquidos, suministraban los cántaros y tinas de tamaño medio, para el acarreo del agua; y los alfareros de Priego, piezas como orzas, jarras de vino y aguardenteras.
En obras de remodelación, realizadas en distintas casas de Miguel Esteban, a mediados de los años 90, se encontraron dos piezas de cerámica, en muy buen estado de conservación: una aguardentera y una jarra de vino (de cueva). Las piezas son de Priego, localidad situada al norte de Cuenca.
            La aguardentera, definida por los etnólogos como cacharro de aguardiente, es un recipiente ventrudo, vidriado en tonos térreos verde-negruzcos, de 26 centímetros de altura, provisto de dos pequeñas asas, que se asienta en una base de 8,5 centímetros de diámetro. El perímetro máximo de la barriga es de 50 centímetros. La boca es bastante angosta: 4,5 centímetros para, imaginamos, su correspondiente tapón de madera o de corcho. Su descripción es la siguiente:
Forma similar al búcaro, aunque el acabado de la boca es más sencillo. Su tamaño es mucho menor que el de los cántaros (capacidad para 2 o 3 libros). Está vidriado exteriormente con sulfuro de plomo. Variedades: una vez desaparecida casi totalmente su función original, esta pieza se ha desarrollado con las más diversas decoraciones: pinturas y baños, bordados, técnica manganeso imitando madera… Antigüedad: inmemoriable. Particularidades: totalmente modelada a torno, con adición posterior de las asas[5].
            La jarra de vino (de cueva), provista de un asa, tiene 23 centímetros de alto, asentada en una base de 8,5 centímetros. Es de perfil clásico, sin ser excesivamente ventruda (44 centímetros de perímetro máximo en la barriga). La boca, de 7,5 centímetros, se va a los 8 centímetros en su parte picuda. Está descrita en el libro Estudio etnográfico de la alfarería conquense[6]:
Pieza de cuerpo ovalado que se estrecha hacia la base y hacia el cuello. Este es largo y ancho y acaba en una boca ligeramente más ancha con un pico. Del cuello al cuerpo, en el lado opuesto al pico, se coloca el asa. La pieza va vidriada en plomo y sin decoración. Antigüedad: inmemoriable. Particularidades: totalmente hechas a torno, con adición posterior del asa.

TRAJE ANTIGUO MIGUELETE.- Por traje regional tradicional entendemos el vestido de gala, usado por mujeres y hombres, en fiestas, actos sociales y fechas señaladas, en los siglos XVIII y XIX. A lo largo del siglo XX se utilizarán ya como manifestación folclórica.
            En la actual Castilla-La Mancha no se debe hablar de un traje regional manchego o castellano-manchego. Hay más de un traje regional, dependiendo de las comarcas. Las situadas hacia Extremadura o Andalucía Occidental tienen unos trajes, con unas características propias. El traje regional de Lagartera (Toledo), pueblo muy próximo a Extremadura, tiene poco que ver con el traje de Quero, en el límite con Alcázar de San Juan (Ciudad Real).
            La Fotografía nos ha permitido ver los tipos y sus vestimentas, tal y como eran: los pobres, con sus harapos y su mirada digna; los ricos, caras lustrosas, envueltos en sus finos paños. El caso del fotógrafo francés Jean Laurent, que se estableció en Madrid en 1857 y que en 1879 ya ofrecía en catálogo unas 5.000 vistas de España y Portugal, nos permite ver tipos populares, imágenes de un tiempo concreto. Laurent, posiblemente hacia 1870, fotografió a las gentes de Quero en Madrid, con sus trajes tradicionales de gala. Entre Quero y Miguel Esteban hay 14 kilómetros de distancia. Los usos y costumbres sociales, por tanto, no diferían mucho.
Hay diferentes trajes típicos en La Mancha. Los de Madridejos (Toledo), en la parte más árida y reseca, representan el tipo de vestimenta de gala para fiestas en los siglos XVIII y XIX. El traje de la mujer se componía de jubón de color negro; refajo rojo o amarillo de bayeta, estampado. Mandil de color, calado y bordado; toquilla de pelo cabra, y pañoleta de seda bordada; o pañuelo de merino bordado, en colores; medias de colores o blancas. El traje de gala del hombre estaba formado por camisa blanca de tirilla, con la pechera bordada; pantalón negro y chaleco negro, de paño; elástica con las vistas y bocamangas bordadas y faja de algodón.
En Ciudad Real, como en otras partes de La Mancha, había ropas de labranza, sobrias, para realizar las labores del campo: recolección, matanza… y su correspondiente traje de paseo, más cómodo, con más colorido. Estaba también el traje rico, de gala. El de la mujer se compone de pecherín, de puntilla de encaje; pañoleta estampada; refajo de rayas verticales, de diferentes colores, bordado en lana blanca; mandil negro, de raso, con aplicaciones bordadas; medias de rayas, haciendo juego con el refajo. El del hombre es de paño negro, chaqueta, chaleco, pantalón y polaina, con botonadura de plata; y faja de terciopelo bordada, en seda montada en cuero.
            El traje típico miguelete responde a las características propias de la zona y ha evolucionado con los años. Los de los años 70, para las mujeres, se componían de: falda de rayas horizontales, con mandil negro, pololos blancos y medias blancas. Hay que añadir un corpiño negro, atado al centro con cordones. En el interior, faltriquera negra. Entre los accesorios una cinta negra al cuello, pañoleta negra o amarilla, bordada; un lazo negro, en el pelo. Las alpargatas se ataban hasta la media pierna, haciendo zigzags.
 Migueleta exhibiendo el traje regional tradicional
            El traje de gala de los hombres, en los años del tardo-franquismo, se componía de: pantalón hasta la rodilla, atado en su parte baja por madroños; medias blancas y alpargatas, atadas hasta media pierna, en zigzags; fajín, negro o rojo; camisa blanca, con chaleco negro; y pañuelo en la cabeza. El sombrero negro, de fieltro, se mantuvo hasta los inicios del siglo XX.
            El actual traje comarcal miguelete, reservado para fiestas locales y otras solemnidades, bastante usado en los días de Feria (septiembre), para las mujeres se compone de: saya de rayas verticales (pololos blancos, bajo la saya, y enaguas); medias blancas de hilo, con zapato negro; faltriquera, de rayas; jubón de terciopelo, que puede sustituirse con camisa blanca y corpiño negro; pañoleta amarilla, bordada (motivos muy variados: florales, vegetales, geométricos…); mandil negro, con bordados; moño, con peineta y lazo negro;  cinta negra al cuello, con una medalla. El traje de los hombres se ha simplificado, haciéndose mucho más sencillo: pantalón largo, negro; zapatos, negros; camisa, blanca; fajín rojo, ancho; y chaleco negro. Han perdido el pañuelo a la cabeza.
            El traje regional ha perdido su función social: no establece clase social, aunque se puedan lucir muchas joyas: la riqueza de la ropa de gala, del paño, está al alcance de cualquiera que desee lucir este tipo de vestimenta. Los trajes regionales tienen el encanto folclórico del pasado, pero poco más. El que una mujer se vista con todos los elementos del traje regional supone un esfuerzo: el “embalaje” es excesivo, aunque de gran belleza.

LA FERIA DE SEPTIEMBRE.- Los festejos más importantes de Miguel Esteban se desarrollan en septiembre, coincidiendo con la vendimia. Es la Feria migueleta, que se celebra entre el 7 y el 10 de septiembre.
            La Feria septembrina responde a unos cánones universales: feriantes que instalan sus tenderetes en la calle Mayor[7] o en cualquier otra calle, ofreciendo desde las deliciosas berenjenas de Almagro a la vista, rebosando las orzas de cerámica; a duros trozos de turrón alicantino de Xijona. Hay vendedores ambulantes que, a modo de mercadillo semanal, ofrecen artículos de cocina, incluidas las afamadas navajas de Albacete, o alfarería para uso doméstico… Los tenderetes tienen su complemento en las lúdicas atracciones, para niños, adolescentes y jóvenes: tiovivos, coches eléctricos, tren de la bruja… Los fuegos artificiales, nocturnos, cuando el día se deja caer en el siguiente, son el cierre a unas celebraciones bastante artificiosas.
Los actos populares tienen su otra cara en los actos oficiales: las autoridades municipales, con trajes de gala, bastón de mando en las manos, acompañadas del clero católico y la Guardia Civil, recordando maneras franquistas.



[1] Su producción literaria es tremendista, expresionista, esperpéntica: Madrid: escenas y costumbres (series en 1913 y 1918), La España negra (1920), Madrid callejero (1923), Dos pueblos de Castilla (1924) y Florencio Cornejo (novela, 1926).
[2] En Miguel Esteban se localizaban en las afueras, en las orillas más próximas. Las había en una zona conocida como La Vega, a la izquierda del camino del cementerio; las había en la parte sur, próximas al camino de Alcázar de San Juan… rodeaban el pueblo.
[4] Se cita reiterado que El Toboso fue núcleo tinajero, por indicarse en El Quijote. En El Toboso, actualmente, no hay el menor rastro de alfares o de tinajerías.
[5] Estudio etnográfico de la alfarería conquense. María Dolores Albertos Solera, Andrés Carretero y Matilde F. Montes. Ed. de




martes, 17 de septiembre de 2013

MIGUELETES DE AÑIL Y CAL [2]

Pueblo en La Mancha más árida, Miguel Esteban tiene sus orígenes allá por el siglo XIII, aunque los primeros datos documentados están en las Relaciones Topográficas de Felipe II. Será el marqués de Ensenada, con su Catastro o averiguación, el que ofrecerá todo un conjunto de datos sobre el pueblo que evolucionará al ritmo del país.La división ideológica del pueblo se producirá con la segunda República. Las fuerzas de las derechas más reaccionarias, en unión con la iglesia católica y una facción del ejército, se opondrán con todas sus fuerzas y métodos ilegales contra el nuevo Estado democrático, hasta fomentar y patrocinar un golpe de Estado que llevaría a los españoles a una guerra civil (1936-1939), nunca acabada.


ENTREGA nº 2
 SITUACIÓN, URBANISMO, POBLACIÓN, EDIFICIOS Y LUGARES

Pequeño pueblo eminentemente agrícola, se localiza al sureste de la provincia de Toledo, en los límites con Ciudad Real y Cuenca, no muy lejos de los límites con la provincia de Albacete: un poco más allá, pasado Quintanar de la Orden y El Toboso, se adentra uno en Cuenca, por Motilla del Palancar; otro poco más allá, hacia el sur, se alcanzan tierras de Ciudad Real, por Campo de Criptana y Alcázar de San Juan.
Es actualmente municipio y villa de Toledo, dentro del Partido Judicial de Quintanar de la Orden, a unos 105 kilómetros de la capital de la provincia y a unos 130 kilómetros de Madrid. Está junto al antiguo Camino Real de Toledo a Valencia. La estación de ferrocarril más próxima es la de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), 18 kilómetros al sur. El pueblo –a 681 metros de altura sobre el nivel del mar–, tiene una extensión de 92,84 kilómetros cuadrados. El relieve del término, en La Mancha más árida, es bastante llano, con un desnivel de 40 metros de sur (700 metros) a norte (660 metros). En sus proximidades no hay grandes ríos.
            El núcleo urbano de Miguel Esteban está a 8 kilómetros de Quintanar de la Orden. El pueblo se extiende básicamente de norte a sur, a la izquierda de la carretera Quintanar de la Orden-Alcázar de san Juan. La parte más antigua  se aglutinaba alrededor de la iglesia, creciendo luego hacia el Sur: el eje del pueblo sería la calle Real (fragmentada con otros nombres de calles), que enlaza la zona de la iglesia católica, en el norte, la parte más antigua, con el Parque, en la zona sur.
            El entorno físico manchego de Miguel Esteban es muy singular: en medio de la nada, tierra seca, magia para ver lo que se quiera ver: no hay barreras, ni más allá de la línea del horizonte. El río más cercano es el Cigüela, a unos 7 kilómetros hacia el oeste, en La Puebla de Almoradiel, un reguero de agua salobre que atraviesa una llanura ausente de árboles, donde los olivos, parcelados en rectángulos, quieren ser las encinas primigenias que conformaban un peculiar bosque de tipo mediterráneo.
            Pueblos aledaños a Miguel Esteban son Quintanar de la Orden, situado en la carretera general Madrid-Albacete; El Toboso, mítico pueblo cervantino bastante bien conservado, que no quiere perder su perfil manchego; Campo de Criptana, con sus vistosos molinos; Quero, orillado, con sus salinas, mirando a Alcázar de San Juan; La Puebla de Almoradiel y La Villa de Don Fadrique, en la línea salobre del río Cigüela.
Miguel Esteban mira y se relaciona básicamente con: Quintanar, centro comercial importante en la zona; El Toboso, por su proximidad; y Alcázar de San Juan, el pueblo más importante de toda la sub-comarca manchega.

CARTOGRAFÍA Y TOPONIMIA.- Sorprende comparar la cartografía existente sobre Miguel Esteban: sorprende por los cambios de nombres, diferentes según los mapas, para algunos parajes. En el “pico” norte del término municipal, limítrofe con Quintanar de la Orden, en el mapa topográfico nacional del Instituto Geográfico Nacional (hoja 688-III, 41-54) se localizan Pozo del Chillón, Rincón de Acuña o El Raso. En ese mismo “pico” norte, en la Cartografía Militar aparece el paraje de Vallehermoso, omitido en el mapa topográfico que tiene una escala doble (1:25.000). En el mapa cartográfico militar (escala 1:50.000), edición de 1990, no hay el menor rastro de Los Charcones. En el mapa del Instituto Geográfico están Los Charcones, perfectamente delimitados.
            En ambos mapas aparece La Laguna, humedal al oeste del término municipal, no lejos del límite con el término de La Puebla de Almoradiel. Pero hay también cambios en la toponimia: en la cartografía militar, junto a La Laguna está el Chozo del Grillo, Chozo Largo o Corral de Bragas. En la toponimia recogida, del Instituto Geográfico, junto a La Laguna aparece Casa de la Mermejuela, El Hoyo, Carrizos o La Pernala (679 metros).
            Mucho más sorprendente es la información que aportan los mapas sobre el paraje conocido como Casón de Villaviciosa o Huertas del Arroyo, citadas hasta en el Diccionario geográfico estadístico de Pascual Madoz. En la Cartografía militar figura un área que, más o menos, se inicia en el Cerro de Pradeña (693 metros) y llega hasta Cerro Pedregoso (689 metros), extendiéndose en cuña hacia el sur (Alcázar de san Juan).
En el mapa topográfico nacional, en esa misma zona, aparecen los nombres de los parajes La Noguera, Calera, La Gallina y el Cerro de La Gallina (697 metros), Periconales, La Dehesilla, Perra Ahorcada... en lo único que coinciden ambos mapas es en señalar el Camino del Pozo del Villar del Moro y en el Camino del Arroyo, que desemboca en uno de los tramos del Camino de Quero a El Toboso.
Aparecen también Los Códrios, que no figuran en la cartografía militar. Los Codrios están al sur, junto a la carretera que conduce a Alcázar de san Juan (CM-310), pasado el Camino de Quero a El Toboso que cruza la carretera perpendicularmente.
            Todas estas discordancias encontradas y señaladas, son difíciles de valorar. No parece lógico que, entre mapas que debieran tener una misma toponimia, existan diferencias tan notables.

EL PRIMER MAPA.- Cuando realizaron el Catastro del marqués de Ensenada, incluyeron un mapa dibujado manualmente. Ocupa una página, una hoja, del Catastro. El escribano que realizó tan esquemático plano-mapa no estaba muy dotado para el dibujo artístico: el primer mapa de Miguel Esteban, presenta bastantes curiosidades, relacionadas con orientación.



            Normalmente el norte se sitúa en la parte alta, el sur en la parte baja, el este a la derecha y el oeste a la izquierda. En el mapa de Miguel Esteban, en la parte alta está Levante, el Este: y en la parte baja, el Oeste. Es decir, de El Toboso a Quero. Y de Norte a Sur, define los caminos del Quintanar y del Campo de Criptana. Del centro de la población sale un camino hacia las Pueblas (de Almoradiel y de don Fadrique. La villa de don Fadrique era la Puebla de don Fadrique).
La villa de Miguel Esteban se representó con un dibujo muy sencillo: la iglesia y cuatro casas (contadas), aunque había algunas más. Era lo normal, en una estructura circular: agrupar las casas alrededor de la iglesia. El perímetro del término municipal es bastante irregular, perfilando lo que podría ser una cara o incluso una calavera (cada uno verá lo que quiera ver). Señalan también sitios muy migueletes como el Monte de la Aldea, entre el Camino de El Toboso y el Camino del Campo de Criptana; el Monte de Mirabel, entre el camino del Quintanar y el Camino de las Pueblas (de Almoradiel y de Don Fadrique); y los montes de El Coto y de El Chaparral, entre el Camino de Quero y el de las Pueblas. Alrededor del mapa, siguiendo las agujas de un reloj, los datos territoriales:
Término de la villa del Quintanar del Orden (Levante) indiviso y común del Toboso (Sur) y común de la villa de Campo de Criptana. Término indiviso (poniente) de Quero, término indiviso de La Puebla de don Fadrique y Almoradiel.
            El geógrafo Tomás López publicó en 1765 un mapa de la provincia de La Mancha, de 42 x 40 centímetros. Dentro del partido de Infantes, en la parte norte, figura Miguel Estevan (con uve), muy próxima a Quintanar y Mirabel.

UN PUEBLO VINÍCOLA.- El paisaje que rodea Miguel Esteban, una llanura interminable en la que los pueblos son blancos pegotes formados por casas ensambladas y separadas por tapiales (no es contradicción, aunque lo parezca), está definido por un inmenso mar de rotulados viñedos, salpicados de parcelas de olivos, trigo y girasoles. Aquí y allá se ven diminutas huertas, con sus casuchas antaño blancas y añil, navetas donde pernoctar, algunas junto a restos oxidados de los engranajes férreos de las antiguas norias, movidas por borricos cárdenos, con uno o dos árboles: exigua sombra donde descansar cuando el abrasador estío.
El paisaje varía con las estaciones del año: en invierno, los marrones oscuros moteados de tierra caliza, las blancas y densas brumas matinales que esconden el horizonte, el frío que escarcha las podadas cepas y sus sarmientos; en primavera, el sol membrilloso, seco y duro, que hace brotar con la lluvia o el riego los verdes húmedos y brillantes; en verano, la calorina impía, quemándote los sesos; en otoño, la vendimia, a partir de septiembre: verdes pámpanos
La vid es el cultivo predominante en las tierras de Miguel Esteban: una viña sucede a otra, al norte y al sur; una viña enlaza con otra, de este a oeste. Tan inmensos espacios, que se pierden en sus líneas del horizonte, están cruzados de caminos vecinales: las arterias que llevan a los viñedos. Antiguamente, la vendimia se iniciaba con el canto del gallo: las primeras luces para levantarse, lavarse y preparar el carro y la galera para desplazarse hasta los viñedos. Allí, trabajar todo el día, con sus pausas para el almuerzo –en La Mancha, el almuerzo es una comida intermedia entre el desayuno y la comida de las dos de la tarde– y la comida: el típico caldillo de patatas y carne de pollo y conejo. Y una breve siesta, para volver con más fuerzas. Las cepas se despojaban de los preciados racimos de prietas uvas con la navaja: se llenaban espuertas y seras, se colmaban los carros y las galeras, tirados por poderosas mulas, que iban y venían hasta y de las bodegas del pueblo.
            La vendimia actual poco tiene que ver con la que se hacía en los inicios de los Años 70, del siglo XX. El traslado hasta los viñedos se puede hacer en unos minutos, en vehículos cómodos y bien equipados. El traslado de la carga es rápido. Las comidas, almuerzos y comida posterior al  mediodía, se puede hacer en los viñedos o en casa: platos pre-cocinados, embutidos…
            El vino, en Miguel Esteban y otros muchos pueblos manchegos, no era una bebida de lujo, sino un complemento alimentario de la dieta que aportaba alcoholes y azúcares. De ahí que antaño no se cuidara su elaboración y presentación. Cada familia tenía en su casa dos o tres garrafas, recubiertas de esparto, que reponían en la bodega cuando se agotaban. Y cuando el vino se picaba, se utilizaba bien para obtener vinagres, bien para elaborar otras bebidas: zurras y cuervas, variedades de sangrías con la única finalidad de no desperdiciar ni una gota de un líquido calórico, indispensable en la dieta de los campesinos.

URBANISMO
En la plaza del Ayuntamiento estaba ésta casa, hace poco derruida. En el mismo solar se ha levantado una casa que nada tiene que ver con la arquitectura tradicional manchega.

CASAS TRADICIONALES.- El pueblo mantiene su configuración urbanística originaria, poco racional, en lo que son dos partes: la vieja y más antigua, alrededor de la iglesia; y la nueva, de norte a sur, en un eje (la calle Real, fragmentada en dos o tres calles) que conduce desde la iglesia al parque más antiguo, que sería el extremo más alejado. Mantiene, por tanto, el mismo trazado de calles, con algunas prolongaciones nuevas. El gran cambio se ha producido en las casas: han perdido sus características más tradicionales. El origen está en la década de los 70, siglo XX, cuando se inicia la destrucción de las casas tradicionales, encaladas y pintadas de añil, sustituidas por otras con la misma planta de solar, pero con fachadas de rara estética, en su mayoría: nada tienen que ver con la mejor tradición manchega. La casa típica migueleta, construida desde finales del XIX y hasta la mitad, más o menos, del siglo XX, es prácticamente idéntica a la de otros pueblos de la zona. Respondía a los siguientes cánones:
– Amplias y cómodas, de planta rectangular, o irregular por particiones familiares.
– De dos plantas, cámara en la segunda planta, con amplios descubiertos para patios y corrales.
            – Construidas básicamente con piedra caliza, muy abundante en la zona, y yeso.
            – Empleo de tapial, luego encalado (tierra apisonada: es una construcción barata, sólida, aislante del frío y del calor).
            – La fachada de las casas más antiguas, dentro del tapial, estaban orientadas al suroeste para aprovechar todo el calor del día.
            – Tejado a una o dos aguas, con poca inclinación. Teja árabe.
            – Fachada enjalbegada con cal (también las había enfoscadas con mortero: cal y arena)
            – Cocinas de fuego bajo, alimentadas con sarmientos y cepas. Dentro de la cocina, un vano para una tinaja de tamaño medio donde almacenar agua potable. La cacharrería utilizada procedía de los obradores alfareros de Mota del Cuervo, cántaros y tinajas de tamaño medio; y Priego, en la provincia de Cuenca, que les abastecía con cacharros vidriados.
            – Disponían de aljibe, donde canalizaban, si podían, el agua de lluvia; y cueva, para conservar patatas y vino.
            – Piso de yeso y cantos, cemento o baldosas.
            Julio Caro Baroja escribe [1] sobre las casas manchegas: “Estos pueblos son grandes y se hallan a una distancia regular unos de otros, con las casas agrupadas, blancas, bajas, hechas de ladrillos y adobes: las ricas tienen corrales amplios, a los que da acceso una puerta adintelada, puerta por la que entran incluso grandes carromatos y galeras. La habitación propiamente dicha no tiene proporciones considerables; la gente pobre vive en casillas de una sola planta, de tapial, barro o piedra más raramente, con tejado a dos vertientes y a veces de sustancias vegetales (como hasta comienzos de siglo XX ocurría en Ruidera). Pero, en cambio, los lagares donde hacer vino, los almacenes de trigo y las bodegas ocupan inmensos recintos...”.

NUEVAS CONSTRUCCIONES.- La arquitectura popular, producto de siglos de experiencia, se hacía a medida de los hombres basándose en el aprovechamiento de los materiales propios del entorno. En Miguel Esteban, la arquitectura popular, reflejada en algunos edificios, desaparece a un ritmo acelerado. Las nuevas construcciones no siguen un modelo local o regional: las nuevas construcciones se hacen al tuntún, a lo que salga, mezclando presunta modernidad con mal gusto.
En la mayoría de los pueblos de La Mancha no hay problemas de espacios para nuevas construcciones o viviendas. Las recalificaciones de terrenos no parecen muy justificadas… salvo que se recalifique con finalidad especulativa, para turbios negocios de unos pocos[2].
            Como en otros muchos pueblos manchegos, en Miguel Esteban se ha seguido la norma del Todo vale”, ante la indiferencia de las autoridades municipales. Hoy día se derriban viejas casas tradicionales y se levantan horrorosos adefesios: monumentos al mal gusto. Es la estética del dinero: los arquitectos tienen que reflejar en las fachadas de las casas, el poderío económico de tal o cual familia, con serios complejos freudianos. Importa el dinero, aunque dinero y prestigio sean cosas diferentes.
            Las nuevas casas migueletes, hay que calentarlas en invierno y enfriarlas en verano. El coste energético es excesivo: calefacciones y aires acondicionados. Las casas antiguas, de gruesos muros de tierra prensada, más yeso, podían mantenerse frescas y ventiladas en verano; y templadas en invierno.
            En un recorrido por Miguel Esteban se pueden contemplar auténticos bodrios y cirotes tenidos por bellos edificios, como el de la Caja de Ahorros de Castilla La Mancha, en la calle Real… el edificio podría considerarse incluso bonito y funcional: la realidad indica que es una construcción extraña a los edificios manchegos. Es una anormalidad arquitectónica.
            En las afueras de Miguel Esteban, en la carretera que lleva a El Toboso, en la parte derecha, se construyen chalets muy actuales de rara estética. El sitio está elegido con tanto acierto que, cuando llueve, muchos los vecinos deben poner en marcha sus bombas de achique de agua: la zona se inunda. Contra toda lógica, han construido en una zona de desagüe natural del pueblo –otra zona natural de desagüe del pueblo es La Vega, junto a la carretera de Alcázar–.
POBLACION
EVOLUCIÓN.- Un somero análisis de la evolución y aumento de la población migueleta a lo largo de los últimos siglos, permite conocer –con muchas reservas por las recientes variaciones encontradas: no coinciden las cifras, especialmente las de los censos más antiguos– su capacidad económica y su correspondiente incidencia en las familias, sin olvidarnos nunca que Miguel Esteban ha sido y es un pueblo agrícola: le condiciona en toda su estructura económica.
Con los pocos datos obtenidos en la Enciclopedia geográfico-estadística de España y provincias de ultramar, preparada por Pascual Madoz a mediados del XIX –sin olvidar los datos, muy fiables, que aporta el Catastro del marqués de la Ensenada, realizado entre 1749 y 1756–, obligado punto de partida mientras no se tengan otras fuentes documentales fiables anteriores, la evolución de la población migueleta, desde mediados del XVIII a nuestros días sería la siguiente:
Año        1754                                          866 habitantes
                1848                                       1.310 habitantes[3]
                1900                                       2.556 habitantes[4]
                1910                                       2.831 habitantes[5]
                1920                                       3.190 habitantes
                1930                                       3.673 habitantes
                1940                                       3.913 habitantes[6]
                1950                                       4.635 habitantes                    (no fiable)
                1960                                       4.710 habitantes                    (el INE indica 4.706)
                1970                                       4.667 habitantes                    (el INE indica 4.579)
                1981                                       4.530 habitantes                    (el INE indica 4.462)
                1991                                       4.452 habitantes[7]         (coincide con el INE)
                1998                                       4.684 habitantes
                2001                                       4.935 habitantes[8]

Hay que especificar que para el Instituto Nacional de Estadística, la población de hecho de los municipios está formada por los residentes presentes y los transeúntes del mismo. Y que la suma de residentes presentes y ausentes, forman la población de derecho. Pero desde 1996 sólo se contabiliza la población oficial, eliminando la distinción entre poblaciones de hecho y de derecho, que puede afectar a varios municipios: se evitan rectificaciones padronales, diferencias muy substanciosas en algunos casos.
Es importante señalar que se da la población, pero no la media de edad de la población, dato muy interesante para saber del grado de juventud o envejecimiento del municipio; al que habría que sumar el dato de población foránea, no autóctona: inmigrantes afincados en Miguel Esteban.
            Hay que resaltar es el crecimiento poblacional de Miguel Esteban entre 1754 y 1848. En el transcurso de cien años, entre siglos, pasan de 866 habitantes a 1.310 habitantes. Aumentan la población en un 50 por ciento: hay 444 vecinos más. Posiblemente el hecho se deba a alguna repoblación o repoblaciones. Ese ritmo de crecimiento se mantendrá hasta 1939-40. La guerra civil será un punto de inflexión, de estancamiento y de reducción de población en las décadas siguientes.
En la segunda mitad del siglo XIX, se advierte un crecimiento poblacional muy importante, duplicando la población: pasan de 1.310 a 2.831 habitantes en medio siglo. Si nos fiáramos de las cifras “particulares” que indicaban 2.200 almas (Diccionario geográfico... de Pascual Madoz), estaríamos con una población prácticamente estancada: sólo hubieran ganado 600 habitantes en 50 años. Los datos no concuerdan. Hay que concluir que fue un periodo económicamente bueno para la población: creció el número de migueletes, creció el pueblo, a pesar de la falta de industrialización del país.

EDIFICIOS Y LUGARES

En Miguel Esteban, donde el patrimonio arquitectónico es ignorado por la mayoría, únicamente se conserva un edificio monumental, de carácter religioso: la iglesia de san Andrés apóstol.
Junto a la puerta principal, un símbolo de homenaje al franquismo, para que quede clara la relación entre iglesia católica y el franquismo, que tantos privilegios les dio.
 
LA IGLESIA DE SAN ANDRÉS.- La Iglesia de san Andrés apóstol [9], sobre un pequeño promontorio en la parte norte de la población, es el único edificio religioso histórico-monumental de Miguel Esteban, de cierta entidad… y el más antiguo. En su configuración externa, mole ocre terrosa, manifiesta un volumen y una solidez exagerada: perfila la parte más antigua del pueblo. Se construyó en dos fases a lo largo de varios años en el siglo XVII. Es templo de una sola nave, que se abre en su correspondiente crucero: una inscripción en uno de los aleros indica el año 1633. La fachada principal está orientada al suroeste, para aprovechar la luz y el calor, especialmente en invierno.
El edificio religioso, finalizando el XVII, se amplió. Una inscripción conservada sobre el arco de la fachada principal indica 1695. Se añadió un nuevo crucero que obligó a una ampliación de la nave principal: pasó a tener tres naves laterales de pequeño tamaño.
            El templo responde a las características propias del barroco toledano: grandes paramentos blancos y se marcan únicamente los lunetos y las líneas estructurales de las bóvedas de cerramiento. La diferencia entre las dos fases de su construcción está en la mayor calidad de los materiales de la construcción más antigua: cornisas de piedra y labor de sillería, luego sustituidas por mampostería y cornisas de mortero y ladrillo. El conjunto no tiene unidad estilística: dispone de dos cúpulas en la nave central: una ahora tapada con un falso techo plano; y una nave lateral, que no lo fue cuando su construcción.
            El conjunto se complica artísticamente con la existencia de algunas capillas laterales, adosadas a ambos lados, de distinta cronología: una situada junto a la entrada principal, es de los primeros años de la construcción del templo; otras de más entidad, de finales del XVII o inicios del XVIII, se alternan con otras de cronología muy reciente (hay una capilla neogótica de inicios del siglo XX). Estos añadidos se prolongan hasta 1940, año en que se realizan retoques en la sacristía y una serie de dependencias parroquiales en la antigua casa del párroco.
            Los muebles bienes del templo son escasos: retablos e imaginería, en su mayoría fueron destruidos por presuntos anarquistas de la CNT de Alcázar de san Juan, durante la guerra civil, cuando ocuparon militarmente el pueblo (ver apartados dedicados a la Guerra Civil). También se perdió un valioso órgano. Entre los pocos elementos de valor histórico, se indica una reja de finales del XIX o principios del XX, que cierra la primera de las capillas laterales, del lado sur del edificio; y una serie de lápidas funerarias, apenas legibles, que formaban parte del antiguo pavimento del templo. 

LA ERMITA DE SAN SEBASTIÁN.- No hay el menor rastro de la ermita de san Sebastián, que se ubicaba a la salida de Miguel Esteban, al final de la calle del Santo (san Sebastián), donde actualmente está el Cuartel de la Guardia Civil. La ermita era de extrema sencillez, de igual factura que la ermita de san Blas, en El Toboso, construcción muy simple, de estilo popular, con planta rectangular, del siglo XVIII. Fue reemplazada por la ermita de san Isidro, en un pequeño montículo junto a la carretera que lleva a El Toboso.

LOS RESTOS DEL ÚLTIMO MOLINO.- Aunque se desconoce su procedencia cierta e incluso pudieran ser un invento manchego o adaptación de otros molinos de viento europeos, está documentado que los molinos manchegos de viento –sencillos ingenios ecológicos, auténticos gigantes que dan identidad al paisaje–, se empezaron a construir y levantar hacia 1575. Entre los pueblos que más ingenios eólicos tienen –originales muy pocos, reconstruidos los más–, están Consuegra, Campo de Criptana y Mota del Cuervo. En Campo de Criptana, población muy próxima a Miguel Esteban (15 kilómetros hacia el sur, próxima a Alcázar de san Juan), en el cerro de la Paz, hubo hasta 34 molinos hacia 1750 (datos sacados del Catastro del marqués de Ensenada: La Mancha, entonces, era una provincia).
            Sobre los molinos manchegos de viento[10] –algunos autores sostienen que son importados de los Países Bajos–, se puede leer en el libro Memoria de cosas[11]:
“El movimiento de sus aspas no estaba destinado a producir electricidad, sino a impulsar a la piedra volandera sobre la piedra solera. Dicho movimiento aplicado por el complejo eje-piedra catalina-linterna, producía finalmente la molienda del grano depositado entre ambas piedras.
“El exterior del molino es esencial y esquemático, como corresponde a su función abstracta de canalizar un viento libre y sin dueño y aprisionarlo en el sitio de la rueda del aire o catalina. Un cilindro construido en mampostería desigual, horadado rítmicamente por doce ventanucos que se conocen por su posición frente a los vientos mayores –ábrego, solano o cierzo– y por un ventanuco superior de la camareta. Sobre el cilindro blanco y esencial una caperuza cónica y giratoria que se dirige desde el palo de gobierno para enfrentar las aspas, guarnecidas con lona, a la dirección más ventajosa”.
Los molinos de viento manchegos son construcciones muy sencillas: un cilindro como base sobre el que se instala, en su parte alta, un cono girable para aprovechar los vientos, en el que van las aspas del ingenio. Disponen de tres plantas: la primera o baja, que está a ras del suelo, se utilizaba para depósito de grano: es la oficina del molinero, donde realiza las transacciones comerciales; la segunda se utilizaba como simple depósito de harina. La tercera o alta, es donde está el ingenio mecánico, la muela accionada por la fuerza del viento. Dispone de 8 bocanas, claraboyas o ventanucos para aprovechar los ocho vientos: solano, del Este; ábrego, del Oeste; cierzo, del Norte…
Los auténticos molinos de Miguel Esteban se ubicaban en las afueras de la población, junto a la carretera que lleva a La Puebla de Almoradiel, en el lugar llamado Altillo de San Cristóbal, un poco más allá de la ermita del santo San Sebastián. De los cinco molinos de viento que hubo, sólo quedan los restos del que debió ser el molino llamado El Comisario, del señor comisario Inquisidor y presbítero, Cristóbal Muñoz Novillo, propietario de otros dos molinos más.
            Los restos del molino desaparecerán cualquier día. El Ayuntamiento, en manos del Partido Popular, se ha desentendido de los restos del único edificio civil miguelete de mediados del siglo XVIII. La incuria llega a tal punto, que en las proximidades de los restos ya han construido ¿legalmente? algunas naves, para uso industrial o agrícola.

LA ENCOMIENDA DE MIRABEL.- Es uno de los lugares más citados de Miguel Esteban, en el Catastro del marqués de Ensenada y distintas enciclopedias posteriores, que aprovechan los datos del Catastro. La Encomienda de Mirabel o Monte de Mirabel se localiza entre el camino del Quintanar y el Camino de las Pueblas (de Almoradiel y de don Fadrique), y los montes de El Coto y de El Chaparral.

EL POZO DEL MORO.- Tiene otro nombre, también muy sugerente: El pozo del villar del moro, dando a entender que en la zona había un villar propiedad de algún moro. El nombre encierra toda una historia, una magnífica ficción… o realidad. Porque hay un pozo, en un lugar llamado Villar del Moro. Pero junto al pozo no hay ningún villar conocido de ningún moro… El pozo del moro se localiza en la carretera hacia Quero, a la izquierda, siguiendo un camino rural, a poco más de un kilómetro.
            En la cartografía del servicio Geográfico del Ejército, escala 1:50.000, aparece lo que debe ser el Casón de Villaviciosa: un área formada entre las carreteras que llevan a Quero y Alcázar de San Juan, en el Suroeste. En la hoja cartográfica nº 688 se advierte un nutrido grupo de señales que indican la presencia de casas agrupadas y pozos: coincide, más o menos, con el número de casas que se citan en la Enciclopedia de Pascual Madoz. Desde esa zona hay dos caminos vecinales que conducen a Miguel Esteban. Uno de ellos tiene el nombre de Camino del Villar del Moro, que enlaza con el Camino del Pozo. En esa misma hoja aparece también un lugar con el nombre de Pozo de Mirabel: se llega siguiendo un camino vecinal que hay antes de llegar al cementerio municipal de Miguel Esteban.

LOS BURGOS DE LA PAZ.- Es un nombre desconcertante, de origen desconocido. Entre los distintos significados de la palabra burgo, el que más se podría ajustar sería “barrio o arrabal constituido por inmigrantes de una misma procedencia” (Diccionario Seco). El lugar se ubicaba a “medio cuarto de legua” (más o menos un kilómetro), en el camino que va a La Bermejuela. Es posible que fuera uno de los núcleos originarios de Miguel Esteban, el barrio extramuros donde se asentaron los “inmigrantes” árabes procedentes, por expulsión, de Andalucía o Levante, que acabarían mezclándose con la población migueleta de intramuros, formada por colonos y “conquistadores”.

LA ERMITA DE SAN ISIDRO.- En el Diccionario geográfico... de Pascual Madoz, editado en 1848, se citan dos ermitas arruinadas, dedicadas a San Sebastián y Santa Ana, respectivamente, ubicadas en las inmediaciones del pueblo, junto al Camino que lleva a La Puebla de Almoradiel (no hay actualmente el menor rastro de esas pequeñas construcciones religiosas).
A unos dos kilómetros del núcleo urbano de Miguel Esteban, siguiendo la carretera hacia El Toboso, sobre un cerro de 690 metros de altura, está la ermita de San Isidro, totalmente remodelada en su configuración externa, con elementos añadidos poco afortunados. Sobre la ermita, lugar de culto para católicos en fechas muy determinadas, hay poco que decir y menos que escribir: una pequeña nave, construida dentro de las normas y cánones para este tipo de edificios religiosos, de perfil rural. En su interior, decorado con sobriedad, no hay nada reseñable.
En el paraje donde se ubica la actual ermita, una pequeña y suave elevación, han instalado mesas para meriendas de romerías; y construido cuatro molinos de viento… quizá pretendían recuperar los cuatro molinos citados en el Diccionario geográfico de Pascual Madoz (sacó los datos del Catastro de Ensenada), aunque esos molinos de viento son copias muy poco afortunadas: cuatro cirotes que ni siquiera se ajustan a las medidas reales.  No se han construido con los materiales tradicionales, no tienen los mecanismos propios de los ingenios eólicos… Los cuatro molinos de viento, que no valen ni para moler el trigo o instalar un pequeño museo, aunque pretenden dar un perfil manchego a Miguel Esteban, sólo ofrecen una estética tan palurda como desafortunada.
            Los cinco molinos de Miguel Esteban se localizaban –según el Catastro de Ensenada– en las afueras del pueblo, muy próximos al cruce de las carreteras de Quintanar de la Orden y La Puebla de Almoradiel, en el llamado Altillo de San Cristóbal, para aprovechar los vientos del Este y del Oeste, del Norte y del Sur.

LOS CHARCONES.- El término municipal de Miguel Esteban se localiza en la cuenca formada por los ríos Záncara y Cigüela, de muy pobre e irregular caudal a lo largo del año. La hidrología esta condicionada por la poca lluvia, por el elevado índice de evaporación-transpiración y por la pérdida de agua por infiltración. En las cabeceras de los ríos se desarrollan lagunas permanentes o estacionales cuyas aguas quedan atrapadas en depresiones o cuencas.
Los Charcones se localizan a unos 2 kilómetros de Miguel Esteban, en dirección sudeste. Se halla flanqueada al norte por la carretera Miguel Esteban-El Toboso, utilizada como acceso. La laguna se asienta sobre una llanura, a una altitud no superior a los 600 metros sobre el nivel del mar. Se encuadran dentro de las lagunas del tipo clorurada, con abundante vegetación. Estas masas de agua resultan ventajosas para las aves acuáticas, un buen refugio con vegetación palustre y halófila. Tienen la fauna propia de La Mancha húmeda, aunque su verdadera importancia está en el gran número de especies de aves que concurren en la zona.




[1] Obra citada.
[2] Se avisó con tiempo suficiente: la “burbuja inmobiliaria” acabaría explotando, porque los precios de venta eran un auténtico disparate. Nadie quiso hacer caso: todos miraron hacia otro lado: acabaron reventando el mercado. Ahora, todos pagamos las consecuencias de los desafueros de los políticos, constructores, banqueros, recalificadores de suelo…
[3] En el mismo artículo, de la Enciclopedia de Pascual Madoz, se indican, extraoficialmente 2.200 habitantes, de 480 familias (una media de 4,6 hijos por unidad familiar). Estos datos no son fiables. Aumentar artificialmente la población debían tener otros fines: ¿subvenciones?
[4] Dato obtenido del Instituto Nacional de Estadística, consultado en el 2003, que diferencia población de hecho y población de derecho, hasta el cambio legislativo de 1996, que elimina la distinción entre poblaciones de hecho y de derecho.
[5] Según el INE, la población era de 2.828 habitantes.
[6] Es un dato muy poco fiable. España había finalizado su Guerra Civil un año antes. No estaban en condiciones de hacer un censo fiable. El número de muertos en los frentes de guerra y asesinados en los pueblos era muy importante. No debe darse por buena la cifra.
[7] En el Anuario de El País, año 2003, dan 4.673 habitantes.
[8] La secuencia y aumento de población no es normal. Debe haber algún dato erróneo en los Anuarios. Tampoco especifican si la población es autóctona, es de otros pueblos, o el censo incluye población extranjera.
[9] Información obtenida del nº 3 de la revista Punto de Encuentro (páginas 50 y 51), editada por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Miguel Esteban.
[10] Un esquema de los molinos manchegos, según G. Chaves, con enumeración de todas sus partes y piezas se encuentra en la página 939 (volumen IV) de Los pueblos de España, de Julio Caro Baroja. Obra citada en este libro, en la página 22.
[11] Memoria de Cosas. Signos y señas de identidad de Castilla – La Macha, de José Rivero (página 45). Celeste Ediciones. Colección Biblioteca Añil. Madrid 1999.